Camina por el mundo finito como si todos los caminos fueran infinitos. Se lo dije medio en broma medio en serio, de la misma manera que uno dice algo sobre lo que no sabe que decir, o no sabe como decirlo, ante lo que presiente como un mundo devastado. Efectivamente, minutos antes me había confesado su insuperable malestar - dijo malestar, aunque su rostro trasmitía desesperación - por el fracaso de la enseñanza pública, mejor dicho con palabras que no dijo, por el fracaso de el mismo como docente de la enseñanza pública. Recomponer una de esas vidas dedicadas en cuerpo y alma al fomento y extension de la escuela para todos los demás es una tarea apasionante. Vieja herencia griega. Lo que más me conmueve, y me irrita al mismo tiempo, es que son vidas que no han conocido otra actividad laboral que levantarse cada mañana y dirigirse al encuentro con sus alumnos en el aula. Podría decir, sin riesgo a equivocarme demasiado, que formas parte de la última generación que tuvo un ideal educativo en su cabeza. La escena la he presenciado, o me la han contado, en innumerables ocasiones aunque con diferente atrezzo en los últimos cuarenta años. En todas aparecen un grupo de entusiastas docentes a punto de perder su entusiasmo, donde parece que esa reunión ha sido organizada justo para no llegar a ese extremo. Y esta amenaza de derrumbe de un ideal educativo que nace en un momento histórico impropio para tener ideales fijos, que permitan fundir la paideia y la mayeútica del mundo antiguo con las necesidades e intereses del mundo actual, atenaza el ánimo de los protagonistas de esas escenas recurrentes. Sencillamente no saben nada que hacer a parte de enfadarse ante su injusto destino. Hasta tal punto es así que únicamente con el paso de los años, y ante la evidencia de una jubilación anticipada, he creído detectar en los protagonistas de estas reuniones o encuentros de docentes una cierta alegría en su forma de vivir profesional. Parece que tener a la mano el final de su particular calvario, alienta en su ánimo una revitalización del ideal educativo que saben totalmente arrasado. Com dice Werner Jaeger, “Históricamente no es posible discutir que desde el momento en que los griegos situaron el problema de la individualidad en lo más alto de su desenvolvimiento filosófico comenzó la historia de la personalidad europea. Roma y el cristianismo actuaron sobre ella”. La pregunta no admite demora, ¿como es que con esos gloriosos antecedentes la personalidad europea de la época digital no sea el de su máximo esplendor, sino el del principio de su acabamiento? De lo que se trata, a mi entender, le dije, es saber donde ha arrinconado la época digital, donde habéis arrinconado, el espíritu que le es propio, y que tan grande hizo el suyo al ideal griego, en una época menos propicia para este tipo de refinamientos. En lugar de juntaros entre vosotros para lameros las heridas de vuestras decepciones, ¿por qué no os abrís al mundo? Te lo dije así de sopetón y todavía me acuerdo del enfado que te produjo. Ser docente parece que para vosotros significa únicamente saber moveros dentro del aula, sin tener que necesitar ayuda externa, aunque en el caso de que esto sea necesario siempre está a disposición de cualquier damnificado el centro de recursos pedagógicos o, en su defecto, la baja por depresión. Dos de los inventos más refinados que ha inventado el sistema para proteger vuestro victimismo profesional, que es de momento la respuesta más acabada que habéis producido para responder a aquella pregunta sobre la localización del espíritu que anima el ideal educativo en la época digital en un continente como el europeo, libre afortunadamente de guerras y otras calamidades que sí asolaron a la época griega. Continúa Jaeger, “La espontánea vivacidad, ágil movilidad e íntima libertad, que parecen haber sido la condición para el rápido desenvolvimiento de aquel pueblo en una riqueza inagotable de formas que nos sorprende y nos admira al contacto con todo escritor griego desde los tiempos primitivos hasta los más modernos, no tienen su raíz en el cultivo de la subjetividad, como en los tiempos modernos, sino que pertenecen a su naturaleza.” Tal vez radique ahí el abismo que os separa de vuestros antepasados, fundadores de la paideia, lo cual da también una dimensión cabal de los vértigos que acompañan a vuestras decepciones educativas. ¿O es que la seducción educativa y cultural es el sustituto de la paideia griega en la época digital y los docentes no os habéis enterado? Si fuera así, ¿tiene cabida esta seducción cultural en el mundo de los 3D? A saber, entre ciudadanos desconocidos, distantes y diferentes que quieran formar comunidad a partir de las coordenadas de su atractivo individual. ¿Esa es la naturaleza del ideal espiritual de los tiempos actuales? Solo queda, pues, el tratar de convenceros de que se puede crear una Escuela para uno mismo, creando ahí dentro un alfabeto propicio que de alas a las maneras de expresión más pertinentes para hacerse cargo del tercer acto de vuestras vidas, sin que medie ese espantajo de la jubilación o la baja por depresión.