martes, 9 de enero de 2018

ROTHENBURG DE TAUBER

Todas las grandes distancias, que hace doscientos años eran inalcanzables para casi todos los habitantes del planeta, están hoy prácticamente a su alcance. ¿Cómo elegir hoy un destino? El que hoy el lugar más alejado de nuestra casa esté al alcance de la mano es un logro de la tecnología, no de la imaginación. El que tengan tanta demanda los viajes vacacionales a lugares muy alejados de nuestro entorno habitual, tiene que ver con el triunfo que el negocio de la tecnología de otros impone sobre el de la propia imaginación. La tecnología se mueve solo sobre la geografía del presente, mientras que la imaginación poetiza de manera irrepetible el presente de la geografía con el pasado histórico. De otra manera es lo que le digo a Duarte cuando iniciamos la etapa camino de Roteburg de Tauber, habiendo dejado a nuestras espaldas el balneario y el jardín japonés de Kurt Park en la ciudad de Bad Mergentheim: para viajar necesito previamente vincular el itinerario del viaje a un relato. Un relato que esté inmerso en la tradición de los múltiples relatos que pueblan la historia de la cultura occidental a la que pertenezco. Me explico. Cuando Duarte y yo nos sentamos en la terraza de la cafetería del balneario de Kurt Park, no tuve demasiada dificultad para hacer asociaciones literarias o cinematográficas o mismamente geográficas en relación con lo que en ese momento estaba sucediendo delante de nosotros. Eran asociaciones incipientes que tenían que ver con la creatividad que, como todo ser humano, forma parte de mi naturaleza. Que esa creatividad se pudiera desplegar más tarde de una manera u otra, o sencillamente no lo hiciera, fue secundario respecto al momento que sentí, digamos, su punzada innegable, que fue como la única realidad que intensificó mi sentimiento de estar vivo. Sin embargo, nada de eso sucedió cuando Duarte y yo nos paseamos por el jardín japonés, que lo habían construido adosado a las instalaciones del balneario. La falta de trato con la cultura japonesa en particular y oriental en general, hizo que recorriera los senderos del jardín ajeno a cualquier sentimiento de empatía respecto a lo que estaba viendo. No puedo decir que no estuviera bien planificado, sin olvidar ningún detalle, todo en beneficio de que el visitante se llevara una imagen didáctica cabal de lo que es un jardín japonés. Y puedo decir, sin ambajes, que no hay duda de que me la llevé. Estaba delante de lo que Martel llama en su libro, artificio, que no tenía nada que ver con el goce estético, digámoslo así, del ambiente de balneario que yo respiraba en las instalaciones adjuntas. Si en el caso del jardín japonés la experiencia era para tomar apuntes, como si de una clase convencional se tratara, las instalaciones del balneario en su conjunto me invitaban a escribir y a compartir la experiencia fuera de mi subjetividad para ver cómo les había afectado a los otros. Pues sería así donde aquella experiencia, sencilla e impremeditada, adquiriría toda su plenitud y sentido, como si estuviera leyendo “la montaña mágica” de Thomas Mann.   


Después de dar una vuelta al castillo de Bad Mergentheim, que ese día se encontraba cerrado al público, recuperamos el carril bici que nos conduciría a Rothenburg de Tauber, nuestro destino para ese día. El mapa con el nos guiamos anunciaba fuertes pendientes en el camino, sobre todo en la parte final de la etapa al llegar a Rothenburg, donde la pendiente según el mapa tenía toda la pinta, debido a la flecha gruesa con que estaba representada, de ser intransitable sobre la bici. ¿Cómo referirse a ese trozo de mundo en un mapa lleno o formado exclusivamente por referencias conceptuales? ¿No es ese - me vino de repente a la cabeza - el fundamento ideológico del arte contemporáneo? Por tanto, el mapa de la Ruta Romántica es una instalación conceptual que tiene pleno derecho a ocupar un lugar en el relato que quiera abordar su significado contemporáneo. Una contemporaneidad, no lo olvides, que está determinada según los expertos por tener muchas expectativas dentro de una ausencia total de épica. Nadie mejor para representar lo que digo que el grupo de jóvenes ciclistas eléctricos (llámese así a quienes usan la bicicleta con batería adjunta recargable) que nos adelantó como un rayo en las primeras cuestas que indicaba el mapa, lo que las convirtió para nuestras piernas, si cabe, en un asunto más inaccesible de lo que ya pensamos la noche anterior sobre la cartografía. Por lo demás, Rothenburg de Tauber posee una arquitectura medieval difícil de igualar, ya que su casco antiguo está perfectamente conservado, con calles adoquinadas y plazas con casas de entramados de madera. Está considerada como la ciudad prototipo alemana.