viernes, 19 de enero de 2018

LOS JUICIOS DE NUREMBERG

La sala 600 y otras salas adyacentes fueron el escenario de lo que ha pasado a la historia con el nombre de los juicios de Nuremberg. Consistieron, como no podía ser de otra manera, en sentar en el banquillo de los acusados a los responsables del genocidio nazi. Hubo varios juicios en función del cargo que ocupaban los acusados en el organigrama del tercer Reich. El más famoso, que lo vincula a la sala 600 del palacio justicia de Nuremberg donde se celebró, fue el juicio que sentó en el banquillo a los principales jerarcas del régimen nacional socialista. La sala 600 se ofrece hoy a la observación del visitante, siempre que no haya juicio en el momento que aquel haya decidido introducirse en el lugar donde tuvieron lugar aquellos hechos decisivos. Esta doble, digamos, utilidad de la sala 600 en el momento presente, me parece un notable acierto significativo. Pues si el mundo ya no puede ser el mismo después de que aquellos crímenes se colaran de manera irrevocable en las cosas que existen, como dijo Primo Levi, la forma de hacer justicia tampoco puede ser la misma. De nada vale insistir que se dictó sentencia y que todos y cada uno de los acusados cumplieron las penas que les impusieron. Unos la pena capital, otros largos años de cárcel. Algunos de los cuales, al abandonar el recinto penitenciario, publicaron las memorias que fueron dando forma durante los largos años de reclusión. Todo eso no deja de ser la manera que tienen, quienes escriben la Historia con Mayúsculas, de colocar en la casilla correspondiente de su calendario los hechos en el orden cronológico que han sucedido. Dándole así el sentido inmutable que han de ocupar por los siglos de los siglos. Pero la frase de Levi, pronunciada muchos años después de lo que él experimentó en Auchwitz, estaba destinada no a lo que allí sucedió, sino a las cosas y personas que existen siempre. Están destinada no al tiempo histórico, sino al tiempo del alma humana o a esa emocionalidad profunda donde debe hacerse sentir en cada uno de nosotros, nos demos cuenta o no de su presencia, lo que de manera irrevocable se instaló en el mundo para siempre a partir de aquellos crímenes horrendos. Y lo que hace que aquellos crímenes horrendos sigan presente entre nosotros hoy, como una presencia irrevocable y en cierta manera acusadora de lo que a partir de ellos dejó a las claras los verdaderos mimbres de nuestra gloriosa e imperiosa humanidad, es que en la sala 600 se celebren entre medias de los días de las visitas, digamos turísticas a falta de un nombre más adecuado para la ocasión, los juicios contra los crímenes habituales que hoy se cometen. Que la sombra de aquel juicio mundialmente famoso siga hoy presente en los juicios desconocidos que se celebran en el mismo lugar de entonces es, a mi entender, mucho más elocuente que la exposición que vi en Madrid sobre los crímenes del campo de concentración de Auschwitz. En ese sentido la sala 600 del palacio de justicia es el lugar donde la humanidad, entendida como sentimiento profundo que había unido de forma inequívoca a todos los que pertenecieron a esta especie hasta ese momento, perdió definitivamente la inocencia con que había vivido hasta entonces. Es el lugar histórico y es también el símbolo de esa pérdida, que hemos heredado los que seguimos formando parte, ya no de manera inequívoca, de esa especie que seguimos llamando humana. La tentación de olvidar, a hacer de aquellos sucesos algo solo alemán y de los años 30 y 40 del siglo XX, está muy presente en la actualidad. Y a ello colaboran, no digo que con malicia, exposiciones como la que vengo comentando. Lo cual no hace más que confirmar el vacío irremplazable y angustioso que significa esa pérdida a la que me he referido, que es otra manera de nombrar lo que significa el calificativo irrevocable que Levi utilizó para señalar la diferencia de aquellos crímenes, que se colaron entre las cosas que existen, respecto a otros crímenes habidos en otros momentos históricos anteriores. Tal vez, pensé, mientras estaba sentado en los bancos que ocuparon los periodistas que cubrieron toda la información con la que con todo lujo de detalles, un manual vigente de lo que es hoy la información de este tipo de eventos de ecos planetarios, como lo es el documental de Leni Reinfesntal en el campo de la publicidad y propaganda política, tal vez, digo, la humanidad siempre fue así, lo único que faltaba eran las condicionales técnicas que permitieran a sus protagonistas consumar su eterna aspiración de ser como dioses. De alcanzar su gloria divina. 


De aquellos juicios en la sala 600 cabe resaltar, por no ponerlo todo en el lado oscuro de nuestra condición humana, que fueron el germen de lo que con el paso de los años dio lugar a la creación del Tribunal Penal Internacional de manera permanente, por donde ya han pasado algunos de los que volvieron a emular aquellos horrendo crímenes. Lo cual confirma su carácter, no alemán ni histórico, sino humano, perfectamente humano, ya que pueden suceder en cualquier sitio, a cualquier escala y a cualquier hora.