¿Pueden ser estas las palabras que le conviene escuchar a Peligro después de su visión autoaniquiladora? A mi gustaría pensar que sí.
POEMA 172
de Vicente Verdú
(lee los otros poemas Aquí)
La salud, desde luego,
no es la inteligencia.
Hay gente muy tonta
a la que no le duele absolutamente nada.
Ni siquiera le duelen las muelas
o las articulaciones
e ignoran la fiebre.
Todo ello dentro de una beatitud
saludable que parece injusta
o falsamente boba.
Frente a la supuesta lucidez de poetas gravemente enfermos -
que ofrecieron las llaves
de la sombra, la melancolía o la degeneración -
el mundo sanamente transparente.
Sin una sombra en la radiografía,
sin una mancha en el pulmón.
La enfermedad, en cambio, es un monstruo
de diferentes morfologías
que empeñándose en convivir
apegado a nuestras carnes
termina por hacerse un órgano
más del ser.
A través de la enfermedad se perciben
las nocivas bacterias
y el mundo aparece
cuarteado en sus averiadas piezas.
Ver a través de la enfermedad
equivale a usar una retícula que detecta
el material inseguro de la existencia,
las quiebras diarias, sus grietas,
sus barrancos y cárcavas.
Mientras estar sano,
por el contrario,
proporciona a menudo
un mundo enjuagado
de sus peores amenazas.
¿Qué preferir?
La imposibilidad empírica
de la esta elección
es manifiesta
pero no anula, en su fondo,
la oposición entre el padecimiento
del conocimiento herido
y la condescendencia feliz.
Entre el dolor de un paladar sin sabor,
sembrado de llagas,
y el fragante sabor de los mil alimentos
que al enfermo le roba
el bárbaro imperio de su enfermedad.