Ante cualquier excitación externa - bien promovida por las mutaciones en la cuenta de resultados, bien por los giros azarosos en tu cuenta de expectativas vitales - no deberías agitar tanto los brazos para mover sin parar tu bandera. Ese es el juego uno, el de la tribu a la que perteneces, ayer para matar el hambre y hoy el aburrimiento. Si tu educación lo permitiera, no deberías seguir consintiendo que toda esa excitación callejera o digital impidiera el paso a tus excitaciones interiores que, aceptando las reglas del juego dos de la individualidad ciudadana, acabara por contar, dentro del juego tres de la imaginación creadora, la universal indiferencia en que se sumergen las tragedias humanas que habitan en los pormenores de la vida, y la exclusiva autoría del tiempo en el oficio de otorgar sentido a tantas historias y destinos que transcurren sin tenerlo. De ti depende que todo siga siendo así durante mucho tiempo. El juego de la tribu es implacable y arrincona, tanto hoy como lo hizo ayer, al juego de la individualidad ciudadana y al juego de la imaginación creadora. Es imperativo y, sobre todo, ignorante y desagradecido. Pues, “los que jugamos al juego uno no queremos un mundo donde la garantía de no morir de hambre, se compense con la garantía de morir de aburrimiento”. (Millenial anónimo)
Solo te queda convertirte en un fugitivo. Huir del seno protector de la tribu y buscar refugio en cualquier lugar que no venga en el mapa, pero desde el que se pueda imaginar todo el mundo. Ahí comprobarás que la trascendencia es eso desconocido que está junto a lo que conoces, que es con lo que de forma obsesiva te autoreferencias. Puede que la costumbre de dar vueltas atado a la noria de la tribu, te haya impedido verlo durante los años que tienes de vida. Pero piensa que es necesario que trates de verlo todo de otra manera. Aunque no tu cerebro, artífice y deudor al mismo tiempo del juego de la noria, tu alma si está preparada para adentrarse en lo desconocido sin linterna. Da el paso y entra. La trascedencia es ir hacia lo desconocido. Involucra una fusión de horizontes e implica tener que usar, como no puede ser de otra manera, palabras desconocidas. No es un intercambio psíquico entre colegas alrededor de una copa, ni entre cliente y experto alrededor de un diván. Trascender es desarrollar la capacidad que tienes de trasladarte hacia la perspectiva bajo la cual alguien, que es radicalmente el otro y lo otro, ha ganado tu atención sobre lo que te dice. Trascender es, como ya he dicho otras veces que dijo Virginia Wolff, es saber vivir en una casa sin espejos. Trascender, si quieres verlo en plan práctico y para que tu cerebro lo entienda, es salir fuera de ti para que no te ahogues y, lo más importante, para que no acabes ahogando a quienes te rodean.