miércoles, 31 de mayo de 2017

LEER ES UNA MAYEÚTICA HUMANA

Lo que nos hace ser irreductiblemente humanos, añadiría. Como para dejárselo en manos de los caprichos y veleidades "eternas" de los dioses lectores. La mayeútica es el método aplicado por Sócrates a través del cual el maestro hace que el alumno, por medio de preguntas, vaya descubriendo conocimientos, no tanto para entender el mundo, lo cual sería un efecto inevitable, como para aprender a saber cual es el lugar que ocupas en el mundo. Es decir, desde donde lo miras, que es, a la larga, como lo conoces, como lo comprendes y cómo actúas en él. Es lo propio y apropiado para entrar en el Aula de Formación de Lectores que imagino. 

Dejemos, por tanto, a los dioses lectores y volvamos con los lectores humanos. Siguiendo con lo que decía Feyerabend respecto al papel orientador de la literatura, las preguntas se hacen tan inevitables como pertinentes: orientarnos, sí, pero, ¿hacia dónde? Y como no hay brújula que no implique un mapa, la pregunta ¿hacía donde? lleva en su seno -  para que la orientación sea de alguien, y no más bien de nadie, para que vaya a algún sitio, y no más bien a ninguna parte - las preguntas que debe hacerse quién quiere hacerse cargo de la lectura: ¿qué leo?, ¿para qué leo?, ¿cómo leo? Son preguntas que humanizan la lectura y, me atrevo a decir, cumplen una labor humanitaria con la situación actual de las palabras sensibles, apartadas o secuestradas entre el ruido imperante. Trato de responder a ellas de forma abreviada. 

Para encontrar los libros necesarios requieres, ante todo, descubrir cuáles son las preguntas con que convives, es decir, es necesario que pienses el mundo personal y el colectivo. Si conoces esas preguntas te puedes orientar en la selva editorial y en la herencia literaria, escapando de las modas y de los prejuicios estériles.

Leer es comprobar cómo se construye una realidad - una novela, un cuento - y aprender que esa capacidad es directamente traducible a tus relaciones con tu realidad real. Vivir es construir. Contra lo que predica la racionalidad positiva, heredera del cristianismo más ortodoxo, la realidad no está dada. La realidad se construye. Esta es la experiencia que nos ofrece la lectura. Ese es su valor de uso.


No puedes acceder al sentido que organiza un texto, responder al ¿hacia dónde?, si no reflexionas con atención sobre la relación que has tenido con quién lo ha construido: el Narrador o Voz Narradora. Lo que implica que tu atención se concentre en averiguar, ¿por qué ese Narrador ha tenido la necesidad de ponerse a contar esa historia, y no más bien otra? ¿Por qué decide empezar a contarla precisamente en ese momento, y no más bien en otro? ¿Por qué justifica su actuación de la manera que lo hace, y no más bien de otra? Como decían los antiguos romanos, al despedir a quien iba a emprender una aventura irrepetible, y leer es, sin duda, la única aventura irrepetible a la que hoy podemos tener acceso los seres humanos: ¡Valor, Coraje y Fortaleza!