miércoles, 17 de mayo de 2017

LA FELICIDAD O LA VIDA

¿En qué te conviertes después de la decepción que supone experimentar la incomunicación humana? Es decir, después de experimentar que no te entienden, o que no lo entiendes, en fin, experimentar con dolor que estás en un mundo de seres hablantes en el que, paradójicamente, no nos entendemos. Al mismo tiempo que una sensación incontenible de infelicidad, te pueden venir dos reacciones ante tan colosal abismo, que son a la larga las dos maneras de dar forma al carácter que andas buscando. La reacción reactiva, que acaba siendo reaccionaria, y que supone, al fin y la postre, esconderte en los confines interiores del tu ser decepcionado e infeliz; todo lo que hagas a continuación será un juego de máscaras, smartphone mediante, destinados a perseverar ahí dentro. La reacción creativa, que supone el valor y el coraje de intentar la comunicación con el Otro y lo Otro, a pesar de su inevitable fracaso. También una manera, indirecta si quieres, de decirle al reactivo que el loco y lo anormal son él y su escondite. Y que no vale la pena decepcionarse antes de tiempo. Que salga del agujero y que te acompañe. Sea como fuere, si no eres feliz, ¿por qué te decepcionas si te queda la vida, toda la vida? ¿No será que confundes, mejor dicho, que te han hecho confundir la felicidad con la vida, que le das más importancia a aquella que a ésta? ¿Ves cómo te decepcionas antes de tiempo? Antes de aprender a amar la vida, te habrán dicho millones de veces que tienes que ser permanente e inequívocamente feliz. Los niños, a quienes esos narcisistas les aplican esta estúpida etiqueta desde que nacen, no son felices. ¿Que se puede esperar de quienes piensan así? Ser como las madrastras del cuento de Blancanieves, nunca darán más de sí. Entonces, ¿por qué se atreven a traer hijos al mundo? Los niños, como todo quisque, tienen momentos de felicidad. Lo cual no es lo mismo que pensar que son ontológicamente felices. La infancia es una edad terrible. ¿Cómo puede ser de otra manera, si te echan al mundo sin pedirte permiso y sin manual de instrucciones? Solo te dan, sin decírtelo, el reloj de tu mortalidad. Tic, tac. Tic, tac. Lo demás corre de tu cuenta. La realidad no está dada, lo descubrirás con malestar y dolor años más tarde. La realidad la tienes que construir con tu esfuerzo, concentración y toma de decisiones. La realidad es una cosa que depende de un mínimo de dos para construirla. Lo que quiero decir es que depende de la comunicación entre ellos. Ya ves. Conviene que no lo olvides, aunque nunca te lo hayan dicho, mientras sobrevives en medio de tanta resignación cínica y pragmática. Conviene que no lo olvides, sobre todo, cuando tengas que oír que tienes que ser alguien para llegar a ser feliz. Que ser feliz depende de ti mismo. Cuando todavía no hayas empezado, tendrás la sensación extraña, y a contracorriente, de que tienes que volver a empezar. Será entonces cuando abomines de la panda de narcisistas y mentirosos que te han educado en valores. En sus valores, claro está. Abstracciones fuera del tiempo y del sentido donde proyectan sus anhelos y creen encontrar su redención. ¡Valores para mañana, mañana! Pues la fe sólo puede ser fe en el futuro, circunscripción única de la política democrática a la que están  subscritos esos valores que te han inculcado. Lo que no te dicen esos narcisistas que te han educado, es que esos valores se sustentan en ideologías que ya no existen, porque ellos mismos han dejado de creer en ellas, llevándose consigo las preguntas que las amparaban. No tienes, por tanto, futuro. Esa es la mala noticia. Cuando todavía no has empezado, té darás cuenta de que no tienes preguntas que llevarte a la boca. Los narcisistas que se empeñaron en hacerte feliz a toda costa, te hicieron viejo al poco de nacer. Repito, no te decepciones antes de tiempo. No tienes la felicidad, cierto, pero, como te decía antes, te queda toda la vida por delante. Y la posibilidad de descubrir las preguntas que necesitas para vivirla. También te queda el pasado, que esos narcisistas dieron por concluido con sus fantasías paradisíacas. Esa es la buena noticia. En ti, esa vuelta de la mirada hacia atrás, no puede ser amarillenta nostalgia, ya que no has tenido tiempo de vivir la vida. Es solo una manera de orientar el tiempo y el sentido, antes de que caigas en una decepción tan anticipada como estéril. En ese pasado está todo el futuro que te queda por descubrir.