miércoles, 10 de mayo de 2017

LOS ANÁLISIS

Mi padre sostiene que en los análisis de sangre y orina no sólo se observan el estado de los triglicéridos y demás indicadores, sino también, y sobre todo, el de nuestras ideas. Nuestras células tienen comportamientos que desconocemos y que no conoceremos nunca. Producen orina y sangre al mismo tiempo que generan ideas. Tampoco es que, como modernos que nos creemos, sea algo para lanzar cohetes. Desde el neolítico - por poner una fecha en la que los expertos fijan el inicio del largo y tortuoso camino de nuestra infelicidad - es algo que venimos haciendo sin solución de continuidad. Lo que ha ido cambiando es la forma en que circulan esos fluidos. Hoy sabemos, dice mi padre, que a veces circulan juntos por los mismos conductos. Antiguamente estábamos convencidos de que la sangre circulaba por las arterias y venas, la orina por los uréteres y las ideas se generaban en el cerebro. Hoy ya no es siempre así. Mi padre se opone, así, a lo que se sostiene desde el siglo XVIII hasta ahora, a saber, que sólo la mente humana es garantía de las cosas que se nos presentan como exteriores. La mente no tiene ni idea de lo que circula y habita entre las manos y los diferentes recovecos del cuerpo. El caso fue que cuando mi padre se hizo la analítica rutinaria, la aguja que le iba a sacar la muestra de sangre pinchó en duro. Mientras la enfermera se desesperaba al no entender lo que pasaba, mi padre lo comprendió de inmediato. La aguja estaba chocando con una duda que tenía respecto a una compraventa, que se había hecho callo. Él sabía que tenía que tomar una decisión, pero ninguna de las que pensaba le parecía la más conveniente. Y toda esa confusión se había precipitado en esa vena en forma de grumo endurecido, donde quería entrar la aguja. La orina, sin embargo, dentro del tubito tenía la turbiedad habitual. La subida o bajada del colesterol o del azúcar o de los triglicéridos o el filtro de los riñones no se miden únicamente con plantillas numéricas. Hay que admitir, dice mi padre moviendo el brazo donde la enfermera le ha dejado en forma de maratón la muestra de su incompetencia e ignorancia, que todo, desde la idea de Dios, la teoría de la evolución hasta la crítica de la razón pura, pasando por la lógica de los fluidos, obedece a una extraña mezcla armoniosa entre amor y voluntad de poder. Si la enfermera, cuando vio que la aguja se topaba con un obstáculo duro en la vena de mi padre, le hubiera preguntado por su secreto, todo hubiera sido mucho más fácil. Eso es lo que asegura mi padre.