La vida y la literatura se relacionan como el pecho y la espalda, o el rostro y la nuca, o la puntera y los talones, van juntos al trabajo, o a las reuniones sociales, o a los funerales, pero cada una lo hace con una lógica diferente. Me recuerda a como canta la copla: no puedo vivir contigo pero tampoco sin ti. Si te fijas con atención, mientras que la vida da la cara, o el rostro, la literatura mantiene una posición discreta, si exceptuamos los saraos que montan las editoriales o los poderes públicos, pero ya se sabe que estos lo meten todo en el mismo paquete con tal les den los rendimientos deseados. Incluso en los relatos de autoficción, puestos de moda con los autores más reputados del momento, se ve esa grieta o ese abismo que, aunque se mantienen juntas, persiste entre vida y literatura. El ansía de trasparencia que ha impuesto la moda reciente, no puede conseguir que el pecho y la espalda, o el rostro y la nuca, o la naturaleza y el espíritu, en fin, que la vida y la literatura sean una y la misma cosa. Y mira que se gastan dinero en procurar que la Peña no se distraiga con disquisiciones de este tipo. Tanto es así, por ejemplo, que si se pudiera separar del conjunto la literatura saldría corriendo hacia atrás apoyada en los talones. No es de extrañar, por tanto, que a muchos lectores honrados leer les produzca vértigo y escribir les suponga algo insoportable, pues se dan cuenta de que levantan acta para siempre del estado de su alma en ese momento. Y eso la vida, más en los tiempos que vivimos de culto fanático a la trasparencia, nunca lo ha aceptado de buen grado, pues le parece una traición intolerable.
El escritor norteamericano Norman MaClean lo dice con un perspectiva más inquietante:
"No tenía aún la menor idea de que, a veces, la vida se vuelve literatura; no por mucho tiempo, desde luego, pero si el tiempo suficiente para ser lo que mejor recordamos y con la suficiente frecuencia como para lo que al final entendemos por vida sean esos momentos en que, en vez de ir de lado, hacia atrás, hacia adelante o en ninguna dirección, la vida forma una línea recta, tensa e inevitable, con una complicación, un clímax y, si hay suerte, una purgación, como si la vida fuese algo que se inventa y no algo que sucede".