El sentido único - individual y colectivo - que era incuestionable y fuente de todo consuelo en el antiguo régimen, la modernidad ilustrada no lo puede entregar ni satisfacer así. A cambio, la modernidad ilustrada nos ofrece la posibilidad de existir independientemente de toda trama previa, con libertad de argumento, con un final muy abierto. Y aunque pueda parecer que el vivir cotidiano tiende a precipitarnos en una inasible pérdida de sentido debo recordar - me digo mientras me alejo del Fridericiarum con mi bloqueo a cuestas - que también nos invita a inventar códigos y sistemas, nuevas formas de comunicarnos. Y eso ocurre cuando lo viejo cede el paso a la invención. Estando acostumbrado a leer esta letanía, que dura ya más de cien años, no veía yo, si me fijaba en los demás visitantes que veía deambular por el recinto de Documenta 14, que hubiéramos superado el trauma del abandono aquel sentido único del antiguo régimen. Todo lo más, me daba la impresión, jugamos, como niños mimados que somos, a que nos hemos emancipado de su tutela mediante la pirotecnia que inevitablemente acompaña a “eso ocurre cuando lo viejo cede el paso a la invención”. Es decir, puede que ocurra la invención, pero lo que inevitablemente ocurre, o adquiere un protagonismo nunca antes visto, es la arbitrariedad típica de los escolares o soldados en formación que sigue a continuación de que sus superiores les digan: rompan filas. Pienso que el bloqueo que me abordó tiene que ver o se deriva de la presencia no declarada, ya no solo en Documenta, sino en la vida misma, de este rompan filas que significa la desaparición del sentido único y la presencia apabullante del sentido múltiple o abierto. O dicho de otra manera, al igual que el individuo moderno no deja de tener nostalgia de la pertenencia a una comunidad antigua, tiene también nostalgia del sentido único que ésta le daba.