Ahora que lo pienso el bloqueo, también llamado cortocircuito de forma más acertada por Vila-Matas en su novela, quizá tuvo que ver con la forma inadecuada o ilógica como empezamos el recorrido de Documenta, una vez que compramos los tickets que era, digámoslo así, el punto de partida de la visita. Duarte, siempre devota y fiel a lo que indique la cartografía, se dispuso a iniciar el periplo tal y como indicaba el mapa que nos habían dado en taquilla en el momento de comprar los tickets. Antes, cortésmente, me indicó cual era el itinerario y las primeras instalaciones que nos íbamos a encontrar. Fue en ese momento cuando, mirando el mapa, descubrí lo cerca que nos encontrábamos del Partenón de los libros prohibidos, y entonces le sugerí a Duarte que si empezábamos por ahí. Ella trató amablemente de disuadirme, indicándome como las personas que nos habían seguido en la obtención de los tickets y el mapa se disponían a iniciar su recorrido como era preceptivo, que era lo mismo que decir, tal y como descubrí más tarde, según la lógica de Documenta 14. Lo cual me sirvió de paso para entender el título del libro de Vila-Matas, “Kassel no invita a la lógica”, que me acompañaba desde hacía casi un mes, mientras lo estuve leyendo. Aunque al final acabé por familiarizarme con él y con la palabra lógica que lo acompaña, de la misma manera que un creyente se familiariza con la existencia de Dios o un ateo con su inexistencia, sin que ni uno ni el otro se den cuenta que Dios no puede existir o no existir, pues Dios es o no es. Me quedó claro, por tanto, que el título debería haber sido, “Kassel no invita a mi lógica”, pues es la lógica del protagonista y del lector del libro las que se ven constantemente alteradas o imposibilitadas de ejercer su mando en plaza, tal y como están acostumbradas. Sin embargo, lo que en la lectura del libro acabé por aceptar y más tarde comprender, no me sirvió como experiencia para el recorrido que, cinco años más tarde, iba a iniciar no de la mano de la ficción, sino desde mi experiencia, digamos, en tiempo real. A parte de que estaba cerca de las cabinas de los tickets, mi argumentación para empezar la visita por el Partenón de los libros prohibidos tenia, una vez más, una mera matriz romántica y también de influencia publicitaria. La instalación de Marta Minujín era la tarjeta de presentación ante el mundo de la Documenta 14, lo cual no quería decir, eso me correspondía a mí deducirlo, que fuera también la primera instalación que había que contemplar desde fuera y experimentar en su interior destartalado y nada vistoso, tal y como lo calificó Duarte. Como al final he comprendido, la idea de los organizadores era justo la contraria, a saber, que el Partenón de lo libros prohibidos fuese la última instalación a contemplar antes de que el visitante se adentrase en el museo municipal de Kassel, también conocido como Fridericiarum. Si siempre defiendo ante los lectores del club de lectura, que la novela es una experiencia con las palabras - opuesto al uso que se le dan en las noticias - a través de su principal metáfora, el narrador, de igual manera toda instalación es una experiencia con el espacio a través del tiempo - una forma del pensamiento - no un lugar para llevar a cabo alguna de las modalidades de nuestra acción, como a partir del siglo XVI se empeñó en inculcarnos de forma dogmática y excluyente la ciencia empírica emergente. Lo que me sigue pareciendo un misterio es la resistencia que opongo a todo ello.
Lo que me molestaba del narrador de “Kassel no invita a la lógica” era que, reconociendo igual que yo los bloqueos o cortocircuitos que en la forma de pensar y de hablar habitual le producía lo que iba viendo, “desde que había llegado a Kassel había hallado un placer especial en estudiar esos cortocircuitos que parecían alzarse a cada momento contra la lógica de nuestro lenguaje común.” Se lo comenté a Duarte, y de inmediato trató de aliviar mi malestar recordándome que era un personaje de una novela y que, por tanto, era una construcción o un punto de vista que se le supone una intención no necesariamente explícita; ese placer que muestra de forma tan optimista es, a mi entender, - dijo - una forma irónica de mostrar su perplejidad ante lo que nosotros mismos llevamos experimentando. Las palabras de Duarte me hicieron darme cuenta que había caído en la trampa de la literalidad en el sitio que menos estimula a ello. De repente, lógica y literalidad aparecieron ante mi entrelazadas, atentando contra esa idea que he mencionado antes, y que es el fundamento de lo que se conoce con el nombre de instalaciones artísticas, de concebir el espacio como una forma de pensamiento, y no tanto para dar cobertura al trastorno histérico en que se ha convertido nuestra hiperactividad actual.