martes, 10 de octubre de 2017

LA OSTERIA

Según mis apuntes de wikipedia, en la Osteria no había nadie que se pareciera a alguno de los organizadores de la Documenta 14. Mi empeño en localizar a alguno de ellos, estaba fundamentado en una hipotética instalación que me bullía en la cabeza desde que empecé el recorrido delante del Partenón de los Libros. En una entrevista que había leído a uno de ellos, poco antes de viajar a Kassel, definía el arte contemporáneo como pensamiento antes que como una experiencia. No era la primera vez que oía definir de tal manera a lo que hoy se hace en el ámbito de la creación artística. Y la mayoría de las veces que la he oído o leído he tenido la sensación de asistir a una definición trampa. La instalación que imaginaba consistía en presentarnos, Duarte y un servidor, en la mesa donde estuvieran cenando el director artístico de la Documenta 14, el polaco Adam Szymczyk, junto al director de programas públicos el burgalés Paul Preciado, y preguntarles, yo disfrazado de almacenero industrial y Duarte de sacerdotisa de su templo de alambre, cual de los dos estaba más cerca de la esencia de la instalación de la estantería para rollos de alambre, que habían decidido que formara parte de la muestra quinquenal de la que ellos eran los principales responsables. 

Creo que fue Picasso quien dijo aquello de que yo no pinto lo que veo, sino lo que pienso, abriendo de esta manera la veda, sin entrar con esta expresión a juzgar la obra del pintor malagueño, de la arbitrariedad en el ámbito de la creatividad o de la expresividad. Algo que no debería haber sucedido, pues la creatividad o expresividad artística puede ser cualquier cosa menos arbitraria. Ciertamente, si las vanguardias se fundamentan en ese dictum picassiano, y todo el mundo es libre de pensar lo que quiera, en consecuencia, puede pintar lo que le venga en gana. Probablemente sin quererlo, o no, vete tú a saber, el padre del cubismo creyendo dar un paso más en la evolución del arte, pongamos, de su admirado Cezanne, lo metió para siempre a formar parte de los tejemanejes del mercado. Es así como tanto vale la opinión relativista de aquel señor bien intencionado, o mis dudas razonables, como la más esencial de Duarte, todos frente a la estantería con lo rollos de alambre. ¿Quien nos puede discutir que nuestras opiniones no son fruto de cómo pensamos? Por tanto al meter el arte en el ámbito del mercado, se convierte de paso a sus espectadores en consumidores o clientes, que a la larga son los que decidirán sobre el destino de las diferentes instalaciones de Documenta 14.

En vista de que ninguno de los organizadores aludidos se dejaba ver aquella noche por la Osteria, decidimos pedir la carta y quedarnos a cenar. La espera la habíamos acompañado de sendos risling blancos, pero para la cena cambiamos a cerveza Dunkel, de medio litro por supuesto. Duarte pidió unos espagueti a la carbonara y yo un rustimk con salsa de champiñones. Valía 19 €, lo cual, teniendo en cuenta el prestigio de la Osteria, me pareció adecuado. El precio de este plato, así lo hemos comprobado en muchos restaurantes alemanes, es el que define su categoría, y también te orienta en lo que va a costar al final la cena o la comida. Dado que la instalación que queríamos representar ante el burgalés y el polaco no iba a ser posible llevarla a cabo, imaginé cual habrían sido sus palabras de comisarios ante nuestra inesperada presencia. Más o menos habrían dicho algo parecido a esto: “la irrupción de los mass media en el terreno artístico ha llevado consigo la aparición de toda una serie de disciplinas teóricas a analizar el fenómeno. Se trata de la teoría de la comunicación, la teoría de la información, la cibernética. Ellas, junto a la influencia todavía del estructuralismo y otros ismos, tan en boga en los años sesenta, forman parte también de este background teórico en el que quedará localizado y al que alude el arte contemporáneo en sus diferentes manifestaciones. No en vano todo ello repercute en los artistas que hemos invitado y que exponen en Documenta 14. No porque sus obras sean, mecánicamente, un reflejo de tales ideas: el arte, por suerte, mantiene una especificidad no relegable a espejo de teoría. Pero si puede afirmarse una cierta influencia de esta amalgama de pensamientos y sus variantes.”