martes, 3 de octubre de 2017

LO BELLO ES SIEMPRE RARO

Con el paso de los días voy alcanzando a entender que mi resistencia al caledoscopio que he mencionado en la entrada anterior puede que tenga que ver con la idea, que los vanguardistas tratan de imponer a los demás, de que el verdadero arte solo es el que ellos producen, pues es superador del arte anterior o antiguo. No debemos olvidar que el concepto de vanguardia artística es inseparable del de vanguardia política, y ambos del concepto histórico de progreso ilimitado de la humanidad como su único y verdadero destino. No hay que insistir mucho para llegar a la conclusión del uso perverso que los vanguardistas, tanto los políticos como los artísticos en estrecha alianza, han hecho del tiempo y del espacio, apropiándose de los dos en su propio beneficio. Cuando vi a Duarte y a los visitantes del Fridericiarum disfrutar debajo y al ritmo del baile de colores del caledoscopio me alegré en un triple sentido. Primero por ver cómo recuperaban el dominio sobre su espacio y su tiempo. Fuera lo que fuera lo que les hizo disfrutar debajo de aquella instalación colorista, me trasmitieron la sensación de que tenía que ver con el estado de sus conciencias, las cuales, como todas las conciencias, no entienden solo de futuro utilitarista sino, y sobre todo, de la inutilidad necesaria del pasado y de su anhelo de eternidad. En segundo lugar, me complació ver naufragar ante aquella presencia multiforme y multicolorista la obsesión de algunos vanguardistas que con tal de no mirar hacia atras, o trabajar con retrovisor como decía Baudelaire, son capaces de hacer pasar por obras de arte las mayores imposturas, de las cuales a buen seguro me iba a encontrar alguna que otra pieza en mi recorrido por Documenta. Y en tercer lugar, y como una síntesis de las dos anteriores, comprendí algo, o tuve su experiencia in situ, que me rondaba en la cabeza desde hace tiempo, a saber, que el verdadero arte no empieza con los movimientos vanguardistas de principios del siglo XX, ni se encuentra solo en Kassel cada cinco años. La belleza radical que mencioné ayer, desde las pinturas de la cueva de Chauvet hace 35000 años hasta la Documenta de Kassel de este año, siempre ha sido el objetivo de la genuina creación artística.

Había llegado a un claro del bosque, pero la oscuridad que me rodeaba a partir de la poca luz que había conseguido era más espesa si cabía. Pues distinguir esa belleza radical que pudiera haber en cada una de las piezas o instalaciones que me esperaban en el recorrido, entre las imposturas de los falsos vanguardistas y la belleza convencional de lo ya visto, era una tarea difícil, pero me di cuenta que esa era la llamada que hacía Documenta a sus visitantes. Y, por tanto, ese era su valor. Para entendernos, Documenta no es algo semejante a una antológica de Velázquez o de Picasso. Es una experiencia que no sabes lo que es hasta que no te sumerges de lleno entre sus espacios, calles y vericuetos. Y aun así, al contrario de las antológicas de Velázquez o Picasso que son obras ya hechas y bendecidas por el canon de lo que debe de ser, en Documenta parece que todo está a medio hacer, mejor dicho, que todo se está haciendo en el momento que lo estas viendo y, por tanto, no tienes ninguna garantía de nada que tenga que ver con la satisfacción inmediata que sabemos nos ofrecen aquellas. Lo que quiero decir queda bien representado en una cita de Goethe, que Vila-Matas menciona en su libro aludido, Kassel no invita a la lógica. Dice así el bardo alemán: “todo está ahí fuera, y yo no soy nada”. A lo que yo añado, ese debe ser mi trabajo, ser alguien. Con lo que veo y con quienes me ven. En Kassel la belleza iba a aparecer en forma de rareza, o con esa sensación, no muy diferente,  me permito imaginar, de la que tuvieron los cazadores que vieron por primera vez las pinturas que pintó su colega en el fondo de las cuevas de Chauvet. O de la apabullante y gloriosa impresión que debieron sentir los campesinos de Amiens el día que los invitaron, allá por el siglo XII, a la inauguración de la catedral gótica de su ciudad.