miércoles, 18 de octubre de 2017

LIBERTAD E INDIFERENCIA

Poco antes de abandonar la primera planta del Fridericiarum nos topamos - esta es otra de las características de Documenta: no es que vayas a ver tal o cual obra, sencillamente la obra o la instalación, que todavía no se como llamarlas, salen a tú encuentro. De repente, voy caminando siguiendo la flecha que indica WC y oigo unos extraños ruidos detrás de una cortina negra. Me paro y dudo. Sigo el imperativo de mi necesidad biológica o me aguanto y miro lo que hay detrás de la cortina. Fue un dilema que nunca me había pasado, al menos con la intensidad que ocurrió. Si en el límite de mi vejiga tengo que ir a mear, tengo que ir a mear, todo lo demás puede esperar esos dos o tres minutos que puede durar el evento mingitorio. Así había sido hasta ese momento. Sin embargo, en esta ocasión decidí que lo que no podía esperar, a riesgo de que ocurriera lo peor sobre mis pantalones, era comprobar que o quien producía esos extraños ruidos detrás de la cortina negra. Si algo produce Documenta, una vez que estás allí metido y has decidido no irte, pongamos, después de dar un par de vueltas por el Partenón de los libros, es una extraña sensación de sed de sentido, que sólo puedes aplacar, nunca saciar, de vez en cuando. Véase el caso Duarte con el templo del alambre o el relativista con el parlamento de los cuerpos o yo mismo con los maniquíes decapitados. Lo demás es transitar por un “desierto” a la espera de que salga en tu ayuda algún oasis - como aparecen los vendedores de refrescos en la playa o en las carreras populares - donde descansar de la aridez de la indiferencia, y poder tomarte un sorbo de agua o de cerveza, según los oasis. Al decir indiferencia no puedo dejar de recordar lo que la produce, pues su entrelazado es lo que hace posible que ocurran, en la modernidad ilustrada a la que pertenecemos, eventos como Documenta. Me estoy refiriendo a la libertad absoluta con que cada visitante deambula dentro de éste laberinto de símbolos y signos, de arte y artificios, que Documenta es, al fin y al cabo. Aunque parezca mentira, este tipo de reflexiones nunca se me habían ocurrido en las diferentes visitas que he hecho a lo largo de mi vida a los museos convencionales. La libertad y la indiferencia son dos hijas legítimas de la democracia moderna, que en su madurez o decadencia, ha engendrado un hijo bastardo de padre desconocido, el nihilismo. Aunque quizá era algo que llevaba en sus entrañas desde su nacimiento, solo era cuestión de esperar al fertilizador oportuno en el momento preciso.

El caso fue que demoré por unos instantes mi vista al WC y Duarte y yo nos dirigimos hacia la sala de la cortina negra, detrás de la cual se oían los ruidos extraños que he aludido. El efecto del impacto de aquel artificio no se hizo esperar: en soporte vídeo, la primera instalación que veíamos desde que entramos en el Fridericiarum, un individuo de espaldas al espectador se estampanaba voluntariamente, pues nada ni nadie había a la vista que hiciese pensar lo contrario, contra una pared que lo rebotaba hacia atrás, desde donde volvía a coger impulso para repetir la operación. Una y otra vez, una otra vez. Ciertamente el artificio se encargaba de representar lo que el espectador veía, pero lo que pudiera tener de creativo, lo que no se veía, la fuerza oculta - pues existía y la percibimos al unísono Duarte y yo - que lo impulsaba a hacer ese acto de forma intermitente, ese era lo propiamente artístico  que producía la repetición. ¿De donde venía y donde se alojaba esa fuerza? ¿Podía asegurar, metido en aquella sala oscura, que todo provenía de la mente y del cuerpo del protagonista? No sabía de donde venía todo aquello, pero me parecía demasiado artificioso aceptar que no había más que lo que se veía en la pantalla. Duarte tampoco estaba muy convencida de que el artefacto fuera solo un artificio. Aunque su boca abierta durante los primeros segundos parecía decir lo contrario. Yo sé que esa manera reaccionar tan suya ante lo que le afecta, es un indicador de algo que ella ha visto o sentido y a lo que yo no he llegado todavía. Quedaba por ver si lo haría explícito, o se quedaría oculto en sus adentros.