jueves, 16 de marzo de 2017

LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO, cuento de Alan Sillitoe

"Fíjese, esto es lo que he visto". O mejor dicho, "escúcheme bien: soy así y digo estas cosas". Me encuentro indeciso sobre como empezar lo que quiero contarle. Acabo de leer la historia de un chico de 17 años, Colín Smith, que decide no ganar la carrera de campo a través en la que participa, lo que arruina su futuro inmediato y, tal vez, el que le quede de vida. ¿Por qué quiere que yo le escuche? Si ha decidido contar su historia es porque desea que alguien le escuche, además lo repite varias veces a lo largo del relato. Sin embargo, no tengo tan claro que sea a un tipo como yo, que puedo ser su abuelo, a quien desea dirigir sus palabras ¿A qué lector se dirige entonces, Colín Smith, cuando decide contar sus peripecias? Tal y como se expresa y en el momento que elige para expresarse, desde su presente, me parece que si busca un lector adulto. No busca un lector de su edad (o que finja tener su edad), en un acto genuino de camaradería entre colegas. No me da la impresión que se encuentre en ese estado anímico, digamos, insustancial, tan habitual en el mundo de los adolescentes. Su presente desde donde cuenta tiene algo de trascendente, aunque no sé si Colín Smith es consciente de ello. Es un tipo de trascendencia que supongo le viene motivada por el hecho histórico de que se encuentra a un año de la mayoría de edad, en la que las reglas del juego son radicalmente otras. Es muy probable que se de cuenta de que la carrera de campo a través en la que se encuentra metido es, al mismo tiempo, el fin de algo que conoce muy bien y el principio de un mundo totalmente desconocido para él. Por eso sus palabras suenan a recuento y a búsqueda. Convengamos que no quiere dirigirse a sus camaradas pero, ¿qué tipo de lector adulto, de entre los que no quieren fingir que todavía son jóvenes, estaría dispuesto a escuchar a Colin Smith? ¿Quien es capaz de abandonar la gravedad que otorga el estrado de la categoría de padre o de profesor o de director de reformatorio o de policía o de psicólogo de familia, y se disponga a escuchar sus palabras? O es que pensamos que ahí instalados, y casi seguro que integrados, ¿es el mejor sitio para escuchar el sentido de lo que ellas nos cuentan? Como lector adulto que no quiere fingir que es joven todavía o que desea prescindir de esa gravedad categoríal aludida, ¿se puede tratar de tu a tu a un menor de edad, a punto de dejar de serlo, dentro de la ficción narrativa? Cómo si no está basado en hechos reales, es decir, si no tenemos la oportunidad de experimentarlo en la vida real, pues ésta solo nos deja hacer de adulto-joven o de adulto-grave. Sea por ello, ¿no es esa falta de sintonía directa con lo real, lo que convierte al cuento de Sillitoe en un "auténtica" pieza de ficción? De repente, todo nuestro resentimiento y melancolía acuñados en años de vida adulta, tan dados a elevarnos a las alturas para analizar lo que pasa, sin que esa arrogancia nos haga saber nunca lo que nos pasa con lo que pasa, tan dados a lo macro y general, de repente, digo, nos tenemos que enfrentar a lo micro y concreto: como se "jode" la vida un chaval se 17 años. Pues nadie ha sido capaz de enseñarle que la libertad consiste en hacer lo que está permitido por la ley, porque si consintiera en hacer lo que está prohibido (como Colín Smith alardea), todos querrían tener ese derecho y no habría libertad. Montesquieu dixit.

Reconozco que con mis últimas palabras me he vuelto a aupar a alguno de los estrados categoriales mencionados. Reconozco que, con esa decisión, he roto el pacto que como lector había establecido con Colín Smith como narrador. Pero éste al decidir convertirse en un delincuente nada más abandonar el reformatorio - una posibilidad entre otras muchas, teniendo en cuenta las vueltas que puede dar la vida incluso para un joven de clase obrera que vive en un barrio de Nottingham con su madre viuda, el amante de esta y sus tres hermanos pequeños - ¿no ha dado el primer paso de la ruptura? ¿Es importante decirle ese futurible al lector en el momento presente que comparten? ¿No hubiera sido más interesante que, para seguir dentro del pacto en el presente con el lector, le sacara una mayor partido al dolor intenso que le produce renunciar a ganar la carrera para no darle gusto al director del reformatorio? Es decir, hacer visible en la ficción lo que no se puede ver en la vida, el dolor inherente que siente Colín Smith al no aceptar el éxito deportivo y quedarse aislado con la soledad del mejor corredor de fondo. Entendida - en ese momento seria cuando el lector descubre porque ha decidido ponerse a contar y a escribir - como metáfora de la vida adulta que ha elegido. En la cual estar fuera de la ley no significa ser más libre, o vaya usted a saber. Pero esa sería otra historia.