martes, 28 de marzo de 2017

FUERA DE LA LEY, PERO DENTRO DE LA JUSTICIA

"Y si no me cogen, el fulano al que le daré este relato no me venderá jamás, ha vivido en nuestra calle desde que yo recuerdo, y es mi amigo. Lo sé seguro". Final de la novela "La soledad del corredor de fondo", de Alan Sillitoe.

La justicia es aquello que la ley supone. Lo cual no quiere decir que esa suposición sea igual a equivalencia, o que justicia y ley sean lo mismo. Esa suposición, muy al contrario, está adherida a una distancia, o falta de coincidencia o sincronicidad, que existe entre justicia y ley. La ley se da en el tiempo histórico político y existe para ser puesta en práctica. La justicia solo existe en el ámbito de la poética y solo puede ser leída. Antigona, la Constitución Norteamericana, la Oración Fúnebre de Pericles, el Alcalde de Zalamea son textos solo para ser leídos y oídos. La ley del aborto o de los presupuestos del estado son textos para ser cumplidos al pie de su letra, incluida la letra de sus enmiendas. Dicho con otras palabras, no es lo mismo entender lo que nos rodea como un sistema de fuerzas que actúan entre sí (eso es hacer justicia), que entenderlo en términos de primacía de unas sobre otras (eso es cumplir la ley). La comprensión no termina nunca (eso es la sustancia de la justicia), pero los victoriosos creen que en la victoria hay una última palabra (eso es el imperio de la ley).

Entonces, ¿es contra esa incompletud que el cumplimiento la ley tiene siempre respecto al ideal que previamente te has hecho de la justicia, contra lo que se rebela el Fuera de La Ley Colín Smith? ¿Es eso lo que le hace tan difícil formar una comunidad de individuos verdaderamente dialogantes al salir del reformatorio? ¿Es eso lo que a ti te incapacita para lo mismo? Una vez cumplidos los 18 años, ¿le dirías a Smith, como rito de paso a la edad adulta, que se leyera la breve parábola de Franz Kafka, "Ante la ley". Comienza así:
"Ante la ley hay apostado un guardia. Se presenta a él un campesino que le pide que le deje entrar en la Ley. Pero el centinela le dice que en ese momento no le está permitido entrar. El hombre medita y luego pregunta si más tarde le será lícito entrar. Es posible, dice el guardia, pero no ahora."
Pasan los años y el campesino continúa en la puerta esperando a que el centinela lo deje entrar en el ámbito de la ley. Poco antes de morir el centinela le pregunta:
"¿Qué es lo que todavía quieres saber? Eres insaciable. Dime, dice el, campesino, si todos aspiran a entrar en la Ley, ¿cómo se explica que en tantos años nadie, fuera de mi, haya pretendido hacerlo? El centinela se da cuenta de que el hombre está ya al borde de la muerte, de manera que para alcanzar a su oído moribundo ruge sobre él: "Nadie sino tú podía entrar aquí, pues está entrada estaba destinada  sólo para ti. Ahora me marcho y la cierro." Final de la parábola.

En tiempos en los que la confusión arrecia -  la epidemia de los selfies ocultan hoy de forma más ostensible la dolorosa incertidumbre que acompaña a uno de los momentos más significativos de la existencia humana, el paso de la adolescencia a la edad adulta - te resulte muy tentador hacer coincidir la ley con la justicia. Eso es indignación. Y las palabras finales de Smith no podían ser una excepción, pues reflejan con acierto esa confusión a la que te someten. Te dice que no le importa ser un fuera de la ley, ya que dónde realmente quiere estar es dentro de la justicia, amparado por la lealtad de esas palabras que le entregara a su colega que no lo venderá jamás. Palabras que ya te han sido entregadas a ti para hacer lo que hará su amigo: haberlas leído desde la lealtad de tu presente. Palabras y lealtad similares a las que dice Antigona, la Constitución Norteamericana, la Oración Fúnebre de Pericles, el Alcalde de Zalamea.