viernes, 24 de marzo de 2017

INFIERNO

Nos informan que si has rebasado el umbral de los treinta, y te permites el lujo de soñar como si el infierno no existiera, eres un ser humano peligroso. Alguien expuesto a arrebatos imprevistos y a violencias contra quienes tengas a tu lado de proporciones difícilmente calculables. El otro día mismo, te llamaron la atención por conducir en dirección contraria. El infierno de los que estamos vivos no es un destino para los que están fuera de la ley, como siempre nos han enseñado, es la ley donde habitamos todos los días. Está aquí entre nosotros nada más nacer. De hecho no viniste al mundo con una pan entre los brazos. Es el infierno del mundo, que forman los que se llaman tu familia o comunidad, los que te recibieron juntos con los brazos abiertos. El otro día mismo te llamaron la atención por enfrentarte al director del colegio de tu hija. Puedes preguntarte, si te pones a pensarlo, ¿que demonios es el paraíso, tal y como te lo prometieron los que te educaron? Aunque si no aceptas el horizonte del paraíso como la última palabra de tu pensamiento, y si aceptas, en cambio, que es su límite, acabarás pensando que en muchos aspectos, por no decir en todos, lo que te dijeron desde que naciste, con los brazos abiertos, no ha hecho otra cosa que perjudicarte. Otro cosa hubiera sido tu vida si te hubieran dicho que el infierno es uno y que es el principio de todo pensamiento, el fuego que lo ha puesto en marcha desde el principio de los tiempos. El otro día mismo, no hiciste nada cuando agredieron a un músico que estaba tocando el acordeón en la calle para ganarse unos dineros. Pero no fueron aquellas las primeras palabras que oíste, sino las de felicidad y progreso. Y ni siquiera te previnieron contra ellas: ten cuidado con lo que miras. Más aún con lo que ves. Tampoco te dijeron que no todas las palabras llevan al infierno, ni te enseñaron a darles hueco y aire para que pudieran respirar. Esa despreocupación tiene un precio. Ahora te toca afrontar tu propia mezquindad, advertir tu propia ignorancia, abordar tu propia oscuridad. Si lo haces sin miedo, después de pagar el precio tendrás un premio. El otro día mismo, me dices que te divorcias o, mejor dicho, que M. te deja. Que no te aguanta más, que ya no siente nada por ti. Este es el premio: ha llegado tu hora. "Exige atención y aprendizaje continuo: buscar y saber reconocer qué y quién, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y darle espacio". (Italo Calvino)