jueves, 9 de marzo de 2017

CRÓNICAS DEL RÍO ODER 12

ESTO ES AGUA

Y esto es vida. Fue lo primero que se me vino a la cabeza al recordar el texto de Foster Wallace titulado, esto es agua. La vida es la de estos clase media alemana, en su mayoría berlineses o procedentes de los estados del norte, que vienen a disfrutar del pequeño paraíso que construyeron sus antepasados a principios de siglo XX. El agua es la del mar Báltico. Esto es agua por qué aquí hay vida. ¿O es más bien al revés? Lo que me ocurrió caminando por estos lugares, que fueron ideados para que la vida de sus visitantes pueda esparcirse al lado del agua del mar, fue que, al igual que los peces de la fábula de Foster Wallace, si se habían preguntado, ¿qué demonios es el agua? Yo me pregunté, en justa correspondencia, ¿qué demonios es la vida? Pues dicho así, solo de forma enunciativa, a lo mejor lo que se quiere decir sin decirlo es, "esto es la vida dentro de una gran pecera de agua". Para poder afirmar con honradez: esto es la vida, como el pez, hay que salir de la pecera, y aprender, ahí fuera, que es el agua, es decir, que es la vida. De lo que les importa a quienes nunca abandonan la vida dentro de la pecera, y además amenazan de muerte a quienes se acerquen a esa fortaleza amurallada, nunca se sabe nada pues nunca abren la boca, o lo hacen siempre de manera inoportuna. Solo salen de la pecera, para decir algo que en nada les importa. La impostura, entonces, está servida. Y algo, o mucha, de esa falsedad percibí en este maravilloso lugar de esparcimiento cívico y "civilizado". Aunque también pensé que a lo mejor fuera inevitable. Pues, tengo para mí, que hemos llegado a un punto en la historia de la humanidad en la que el desarrollo tecnológico nos brinda la ilusión de que todo es posible, pero a la hora de pensar, no aislados en nuestra torre de marfil, sino para llevar a cabo algo, o hacernos cargo de algo, nos abraza la impotencia. Y tanto para transformar la vida social, como para hacerlo con nuestra forma de vivir y de hablar, nos entra el desánimo. Llegados a este extremo solo hemos sido capaces de acuñar una frase, una espantosa frase: "esto es lo que hay". Todo el griterío que produce la indignación que viene a continuación de reconocer que no sabemos qué hacer, de decir una y otra vez "esto es lo que hay", todo lo que chillamos es para disparar contra instancias y entidades, digamos, metafísicas, con tal de no reconocer que las verdaderas responsables de esa parálisis o pasividad son nuestra ignorancia y su hermana pequeña carnal, nuestra impotencia. Para entendernos, hoy es más fácil imaginar el final del mundo en internet que la caída del capitalismo en nuestras ciudades. ¿Podemos contradecir el espíritu de nuestra época?

Por lo demás, empecé el día con un desayuno de 16 pavos en un hotel de cinco estrellas. Porque eso era vida, y lo que tenía enfrente era agua. Luego di un paseo por la playa e hice una incursión en el mar andando sobre el see brucke, adonde llega el último comercio con tal de que el turista no pierda la ocasión de consumir a 500 metros mar adentro. La comida fue en la casa solariega de principios del XX, donde no me costó imaginar a estos pioneros del turisteo y de los primeros aviones y del teléfono. En fin, pioneros de una forma de vida, que los de que la hemos heredado la sentimos frente unas aguas que siempre estuvieron ahí.