domingo, 3 de enero de 2016

¿HAY PENSAMIENTO MÁS ALLÁ DE LOS 140 CARACTERES?

Ya que más acá parece que sólo existen eslóganes y consignas.

No puedo estar en desacuerdo con lo que me dices: en las sociedades democráticas avanzadas hay más gente escolarizada y más gente que lee. Ahora bien, ¿quiere esto decir que se lee bien, que se piensa más y mejor? Claro que no. La disposición hacia la lectura y el pensamiento no depende solo del alfabeto. Hoy los jóvenes no dejan de comunicarse entre sí, pero en modo alguno de esa hipercomunicación se desprende más y mejor lectura y pensamiento. A menudo es lo contrario. Los formatos como aquellos que solo autorizan mensajes de 140 caracteres, y que son los que más utilizan esos jóvenes, implican una enorme constricción sobre su pensamiento, que no puede adoptar la forma de la argumentación bien elaborada, y acaba construyéndose en forma de eslóganes y consignas recurrentes.

Lo primero que tienes que aceptar es que hemos construido un monstruo, un enorme monstruo con infinidad de cabezas y voces hablando al mismo tiempo. Un enorme monstruo que se nos ha ido de las manos, pero que lo tenemos que manejar. De nada vale caer en falsas melancolías y en romanticismos trasnochados, que no nos llevan a ninguna parte. Lo hemos creado entre la indolencia y la despreocupación de todos, aunque probablemente sois más responsables quienes, como tú, venís de una tradición intelectual y os dedicáis profesionalmente al asunto. Estando subidos a la mejor atalaya, no habéis sabido ver por donde iban a venir los bárbaros. Si por el mar o por el desierto, o si lo iban a hacer por el aire. En cualquier caso, es obligación de todos, en este clima de zozobra y amenazas, buscar nuevos métodos de pensamiento y acción para lograr la transmisión de los conocimientos que nos ha legado la tradición cultural occidental, hoy en serio peligro de desaparición si no somos capaces de controlar al monstruo. 

Hace más de setenta años Walter Benjamin ya dijo que toda cultura o civilización engendra en su seno la barbarie que la acabará destruyendo. Desde las culturas o civilizaciones antiguas (egipcios, griegos, romanos, árabes...) hasta los imperios modernos hay ejemplos sobrados que acreditan la sentencia del pensador alemán. Hoy estamos en el final de eso que surgió después de la Experiencia Universal de los Grandes Desastres en 1945. Mejor que en el final, quizá convenga decir en el principio de la forma - la irrupción de las masas subjetivas en todos los ámbitos como fuerza apabullantemente dominante - que ha adquirido su particular barbarie.