sábado, 23 de enero de 2016

REALIDAD Y VERDAD EN EL ACTO DE LA LECTURA

Hay lectores que solo se acercan a la literatura a través del argumento. Buscan en la  institución argumental una ventana al mundo, relacionarse con esa parte de la realidad que la novela cuenta y con la que pretende convencer al auditorio. Hay lectores que se acercan a la literatura a través de la asociación poética de sus palabras, buscando penetrar en la perspectiva que producen. Nadie, en su sano juicio, puede desmentir las emociones que tienen los unos y los otros en el acto de sus respectivas lecturas. Los primeros con el argumento. Los segundos con la estética poética que se desprende de aquellas asociaciones. Pero, igualmente, nadie puede desmentir que son dos tipos de lectores diferentes, y, lo mas importante a resaltar, incompatibles en un mismo club de lectura. Los primeros buscan, como ya he dicho, la realidad. Los segundos, la verdad. 

¿Que diferencia hay entre realidad y verdad? Realidad son las peripecias, por ejemplo, de un joven marino llamado Martín Eden (título de la novela de Jack London) para escalar socialmente mediante el uso y abuso de la literatura. Verdad es lo difícil que resulta, en todo tiempo y lugar, compatibilizar el hecho de vivir la vida con su necesidad inaplazable de imaginarla creativamente mas allá de sus estrechos límites. Realidad son los datos coyunturales o históricos de la época en la que vive Martín Eden, es lo medible y contable de esa época. Verdad son los símbolos intangibles de lo que sucede siempre, en todas las épocas, y que los imagina la propia vida frenética de Eden. Realidad es el ruido de esos datos. Verdad es el silencio que produce en el lector leer la novela de Eden, que no significa la ausencia de ruido, sino una sonoridad inquietante, muchas veces agónica, que resuena en su interior perplejo, que no deja de aspirar a volver a ser armónico.

¿Por qué es difícil, por no decir imposible, que estos dos tipos de lectores puedan compartir el espacio y, sobre todo, el tiempo narrativo de un mismo club de lectura? Porque los que quieren la realidad se mueven por impulsos explícitos, palmarios, demostrables, sin embargo, a los que buscan la verdad les orientan los impulsos callados, ocultos, ininteligibles y, por tanto, susceptibles de hacer llegar la luz hasta ellos. Porque, cuando se les pregunte sobre lo que han leído, los realistas harán un resumen, mas o menos largo, del argumento, mientras que los verídicos dejaran un par de preguntas sobre la mesa. Porque los realistas raramente asocian la lectura con la escritura, mientras que los verídicos las consideran dos caras de una misma moneda, la literatura. Porque los realistas leen con un ojo puesto sobre la novela y el otro sin perder de vista lo que ocurre en  la vida, padecen un estrabismo incorregible, mientras que los verídicos leen convencidos de que lo que ocurre en la novela ocurre solo en esa novela que leen, no ocurre en otra novela,  ni ocurre, por supuesto, en la vida. Porque, en consecuencia, los realistas leen muy pegados al lenguaje de la vida, ignorando la significación del lenguaje literario, mientras que para los verídicos el lenguaje de la novela que leen es lo que construye esa novela, es lo único que existe al leer, ningún argumento puede reemplazar la fuerza y la perspectiva que generan la asociación poética de sus palabras. Porque los realistas leen para disfrutar de la ilusión efímera de poseer una parte del mundo de afuera entre en sus manos durante un puñado de páginas, mientras que los verídicos saben que leen un mundo inventado por las palabras que leen, y están dispuestos a arriesgarlo todo, manchándose incluso las manos y el alma, deambulando entre los rincones obscuros de ese nuevo mundo con tal de sentirlo y entenderlo. Quiero decir que están dispuestos a escribir sobre lo que leen, hasta hacerlo inteligible para si mismo, y dárselo después a leer a los otros lectores. Todo lo cual significa el máximo exponente de honradez, valor y fortaleza, de riesgo en definitiva, en el acto de la lectura. ¿De qué podrían hablar, qué podrían compartir, vinculado a su experiencia lectora, lectores con intereses tan disímiles?

¿Qué tiene de malo el argumento en una narración moderna? Nada, siempre y cuando no sea un obstáculo insalvable para que sus palabras puedan protagonizar la gran ceremonia de la imaginación poética humana en que consiste aquella. Nada, ya que hemos de convenir, también, que es imposible concebir ninguna narración sin argumento, es decir, sin nada que comunicar acerca de algo a alguien.