Hay
lectores que solo se acercan a la literatura a través del argumento. Buscan en
la institución argumental una ventana al
mundo, relacionarse con esa parte de la realidad que la novela cuenta y con la
que pretende convencer al auditorio. Hay lectores que se acercan a la
literatura a través de la asociación poética de sus palabras, buscando penetrar
en la perspectiva que producen. Nadie, en su sano juicio, puede desmentir las
emociones que tienen los unos y los otros en el acto de sus respectivas
lecturas. Los primeros con el argumento. Los segundos con la estética poética
que se desprende de aquellas asociaciones. Pero, igualmente, nadie puede
desmentir que son dos tipos de lectores diferentes, y, lo mas importante a
resaltar, incompatibles en un mismo club de lectura. Los primeros buscan, como
ya he dicho, la realidad. Los segundos, la verdad.
¿Que
diferencia hay entre realidad y verdad? Realidad son las peripecias, por
ejemplo, de un joven marino llamado Martín Eden (título de la novela de Jack London) para escalar socialmente
mediante el uso y abuso de la literatura. Verdad es lo difícil que resulta, en
todo tiempo y lugar, compatibilizar el hecho de vivir la vida con su necesidad
inaplazable de imaginarla creativamente mas allá de sus estrechos límites.
Realidad son los datos coyunturales o históricos de la época en la que vive
Martín Eden, es lo medible y contable de esa época. Verdad son los símbolos
intangibles de lo que sucede siempre, en todas las épocas, y que los imagina la
propia vida frenética de Eden. Realidad es el ruido de esos datos. Verdad es el
silencio que produce en el lector leer la novela de Eden, que no significa la
ausencia de ruido, sino una sonoridad inquietante, muchas veces agónica, que
resuena en su interior perplejo, que no deja de aspirar a volver a ser
armónico.
¿Por
qué es difícil, por no decir imposible, que estos dos tipos de lectores puedan
compartir el espacio y, sobre todo, el tiempo narrativo de un mismo club de
lectura? Porque los que quieren la realidad se mueven por impulsos explícitos,
palmarios, demostrables, sin embargo, a los que buscan la verdad les orientan
los impulsos callados, ocultos, ininteligibles y, por tanto, susceptibles de
hacer llegar la luz hasta ellos. Porque, cuando se les pregunte sobre lo que
han leído, los realistas harán un resumen, mas o menos largo, del argumento,
mientras que los verídicos dejaran un par de preguntas sobre la mesa. Porque
los realistas raramente asocian la lectura con la escritura, mientras que
los verídicos las consideran dos caras de una misma moneda, la literatura.
Porque los realistas leen con un ojo puesto sobre la novela y el otro sin perder
de vista lo que ocurre en la vida,
padecen un estrabismo incorregible, mientras que los verídicos leen convencidos
de que lo que ocurre en la novela ocurre solo en esa novela que leen, no ocurre
en otra novela, ni ocurre, por supuesto,
en la vida. Porque, en consecuencia, los realistas leen muy pegados al lenguaje
de la vida, ignorando la significación del lenguaje literario, mientras que
para los verídicos el lenguaje de la novela que leen es lo que construye esa novela,
es lo único que existe al leer, ningún argumento puede reemplazar la fuerza y
la perspectiva que generan la asociación poética de sus palabras. Porque los
realistas leen para disfrutar de la ilusión efímera de poseer una parte del
mundo de afuera entre en sus manos durante un puñado de páginas, mientras que
los verídicos saben que leen un mundo inventado por las palabras que leen, y
están dispuestos a arriesgarlo todo, manchándose incluso las manos y el alma, deambulando entre los rincones obscuros de ese nuevo mundo con tal de sentirlo
y entenderlo. Quiero decir que están dispuestos a escribir sobre lo que leen,
hasta hacerlo inteligible para si mismo, y dárselo después a leer a los otros
lectores. Todo lo cual significa el máximo exponente de honradez, valor y
fortaleza, de riesgo en definitiva, en el acto de la lectura. ¿De qué podrían
hablar, qué podrían compartir, vinculado a su experiencia lectora, lectores con
intereses tan disímiles?