¿Qué es lo que he hecho para ir aprendiendo, mientras he leído la novela "Amsterdam", de Ian McEwan? Atender a lo relevante. Atender antes que entender. Ser fiel a mi atención, y sospechar, al mismo tiempo, de ella mientras voy entendiendo ¿Qué quiere decir esto? Que a pesar de saber que tengo muchos prejuicios - por ejemplo, empedernido romántico en mi forma de ver algunas caras del mundo, al igual que escéptico respecto a otras -, o dicho de manera rápida y directa: soy mis prejuicios, he aprendido con la lectura de esta novela a fijar la mirada - los sentidos, la mente - en algo relevante. Lo cual me ha hecho entender, por un lado, la capacidad de enajenación que tienen los prejuicios si uno se queda a solas con ellos durante toda la vida, y, por otro - y como respuesta a ese escozor deprimente - he aprendido a abstraer, es decir, a separar mediante la lectura unas voces y unas formas de otras, a crear una diferencia donde no la había. A otorgar sentido a mi lectura. En fin, he aprendido a tener el valor y el coraje de reconocer a los otros.
Resumiendo: atender antes que entender es lo mismo que reconocer a los otros. Reconocer, de una vez por todas, que Yo es El Otro. Y que eso es lo mismo que ponerse en el camino de leer bien.
Pero he aprendido también algo muy importante. Que aunque pienso que he leído bien la novela "Amsterdam", no hay una sola manera de leerla bien. Como no hay una sola forma de hacer bien las cosas. Como tampoco existe la mejor de las opciones posibles en nuestras vidas. Nada es mesurable y jeraquizado segun una única medida. He aprendido a rechazar la jerarquía de las lecturas de mejor a peor. Lo relevante no es lo mejor sino lo bueno. Declarar que algo me ha parecido relevante en la lectura de "Amsterdam" no significa, como pudiera creerse, que he revisado, medido y sopesado todas las posibilidades y he elegido la mejor. No existe la mejor de las lecturas posibles de la novela "Amsterdam", ni de ninguna otra novela. Estoy convencido de que hay, simultáneamente, muchas lecturas buenas de "Amsterdam" y de cualquier novela.
¿Qué es lo que nos falta, entonces?: la voluntad de poder y querer. Es decir, enfrentarnos a la indeterminación de posibilidades a que nos impulsa esa fuerza que todo ser humano por el hecho de estar vivo lleva dentro: poder y querer hacer las cosas bien o no hacerlas. En nuestro caso, poder y querer ser un buen lector o no serlo. Lo que significa, enfrentarnos a la indeterminación de las posibilidades que nos ofrece un narrador nada mas abrir una novela, aceptando que sin ese enfrentamiento no hay lectura buena que valga. Y aceptando, después, el poder de nuestra voluntad para querer fijar la atención en algo relevante entre un sin fin de formas y de voces, todas irrelevantes a simple vista. La voluntad de poder y querer que esa voz y esa forma, que nuestra mirada ha hecho relevante, sea tambien la que otorgue sentido a nuestra lectura, hasta el punto de atrevernos a presentarla delante del criterio de los otros lectores. Eso es todo. Nada más y nada menos.