miércoles, 1 de julio de 2020

DANDO PEDALES

En efecto, fue así como entré en el territorio donde tuvo lugar la herejía albigense o de la Iglesia cátara: dando pedales encima de una bicicleta. Lo de entrar en lo que supuso aquel mundo requiere otras actitudes y conocimientos a los que me he dedicado, como he dicho de manera inconstante e inconsciente, en los últimos años. No hace falta insistir mucho en que a unos acontecimientos históricos, ocurridos hace ochocientos años, cuesta abrirles un espacio en la imagen que hoy podamos tener sobre el mundo. Aunque si te fijas con atención, la manera con que hemos abordado la pandemia provocada por el virus de marras, por mencionar lo que más condiciona nuestro presente, no varia sustancialmente a como fueron abordadas las plagas y epidemias en la Edad Media. Dicho con otras palabras, en el momento más tecnologizado de la historia de la humanidad nos hemos enfrentado al virus de marras con similar audacia que lo hicieron nuestros antepasados de aquellos años. Lo cual no quiere decir otra cosa que, cuando la muerte nos ronda los talones, ayer como hoy somos todos igualmente grises, mezquinos y vulgares. Lo cual nos da un pista de que tal vez ochocientos años, vistos bajo el prisma de la parca, no son mas que un ayer a mediodía. También es verdad que hace veinte años la idea de progreso hacia adelante era incuestionable y los pasados bien pasados estaban dentro de las vitrinas de los museos o de las páginas de los libros especializados de historiadores, antropólogos, etnólogos y demás expertos que se encargan de que el pasado sea solo eso, lo que está ya concluido y agotado en sus posibilidades de ser experimentados por sus herederos. Es decir, el pasado es algo muerto y alejado, por tanto, de la vida, la cual sólo corresponde, sin competencia alguna, a lo que está por venir o futuro. 
(...)
No debe ser casual, ahora que lo pienso, que justo desde que empezó a quebrarse aquella idea de progreso ilimitado, allá por el año 2008, ha sido cuando mas he comenzado relacionarme con los cátaros de una manera, por decirlo así, más contemporánea. Lo que me ha llevado paulatinamente a mirar en los fundamentos de su rebelión contra el poder absoluto del Vaticano, las mismas razones que en la lucha por el advenimiento de la modernidad hicieron valer las revueltas y revoluciones que consiguieron, al fin, alumbrarla y mantenerla durante los últimos trescientos años. Hasta hoy.