miércoles, 29 de julio de 2020

DOMINGO DE GUZMÁN

La realidad del mundo es para el hombre medieval espanto y terror. No se si el visitante de las ruinas de los castillos y lugares donde tuvo lugar la herejía cátara piensa así respecto a esa época. Y si lo hace por comparación literal con la realidad actual, en la que el mundo es para el hombre digital progreso y paz, o lo hace porque el sentimiento que le transmiten aquellos lugares en si mismos así se lo evocan. Sin pararse a pensar con detenimiento que, si bien es cierto que el confort de aquellos siglos era mucho menos sofisticado que el actual, eso no quiere decir que no existiera ningún tipo de confort, sobre todo si se tiene en cuenta que estos castillos eran propiedad de los señores mas ricos y poderosos del momento. A esto hay que añadir, siguiendo el mismo razonamiento, que la capacidad de autoengaño tanto del medieval como del digital era igualmente nada sofisticada, en el sentido de pode ser expresada libremente.
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El visitante digital de estos, digamos, misteriosos lugares no debe olvidar que la visión teologal del mundo de Domingo de Guzmán y su visión científica digital están ligados a una estructura, históricamente condicionada, de un alma profunda. Para el monje dominico Dios ha creado el mundo y se ha hecho responsable, por así decir, de su creación. La lucha, por la vía del uso de la persuasión de la palabra, fue una lucha en favor de la divinidad en el saber sobre la realidad del mundo. Fue una lucha contra Dios en pro de Dios, ya que la existencia de Dios era indudable. Este Dios con su existencia incondicional de verdad no quiere ser concebido por medio de ilusiones. La fe y la razón, vendría a decir el dominico medieval, son como dos palancas que permiten al ser humano elevarse hacia el encuentro con la verdad. Simon de Montfort, muy al contrario, dictaminó después de ver los vanos intentos de su colega por convencer de su equivocación a los perfectos y perfectas albigenses, que la letra con sangre entra. Y lo llevó con saña a la práctica, desde Beziers hasta Tolosa de Languedoc, entre 1209 y 1218, fecha en la que murió en el sitio de Tolosa a consecuencia de una pedrada en la cabeza lanzada por una catapulta desde las murallas de la ciudad.
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Esta lucha medieval del conversador Guzmán y del guerrero Montfort es idéntica a la que libra el digital contra lo propio en la era mas técnica de la historia de la humanidad, es decir, contra lo mas querido y deseable, contra los ideales y principios; todo ello tiene que ser examinado y comprobado de nuevo y modificado. De la misma manera que Domingo de Guzmán no se lanza a su labor apostólica para sacar a los cátaros de su error, si su creencia de veras en Dios no soporta las preguntas que surgen de los hechos de la realidad en Occitania, lo cual le llevará a prohibirse rigurosamente las ilusiones, la auténtica voluntad del vístante digital que sube y baja entre las ruinas y vericuetos de los castillos y lugares cataros, es la la lucha con los propios deseos y esperanzas con que la digitalización de su experiencia continuamente, como el demonio a Eva, lo esta tentando. Esta lucha encuentra su ultima confirmación en la disputa del digital con sus propia tesis con que se organiza su vida cotidiana, entre la que merece atención la visita a los lugares de los cataros que las autoridades han organizado y preparado para el disfrute de su tiempo de ocio. Sabiendo todo el mundo que nadie, ni el mismo turista digital, es inmune al viento infame de los absolutos. 
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El digital, paseando por los fantasmagóricos lugares cataros, nunca aceptará que las supersticiones de aquellos son también la suyas, pues ambas se basan en la creencia ciega de poder obtener lo imposible. No se logran, entonces, las justas organizaciones, fracasan los planes mas hermosos, sobreviven catástrofes de la condición humana cuya magnitud parecía tan insoportable cuando la fe en Dios era inquebrantable así como en el Progreso indefinido. El teologal y el digital se caracterizan, ayer como hoy, por tropezar con sus limitaciones. El digital, de esta manera, no acepta que el espanto y el terror del teologal se haya encarnado hoy en la amenaza de la tecnología nuclear, que actúa como el dios teologal al desentenderse de su creación.
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Domingo de Guzmán nació en Caleruega (provincia de Burgos en España), hacia el año 1170. Sus padres fueron Félix Núñez de Guzmán (el Venerable Félix) y Juana Garcés (llamada comúnmente santa Juana de Aza, beatificada en 1828). Domingo tuvo dos hermanos mayores, Antonio y el beato Manés (este último, fue uno de los primeros beatos dominicos). Domingo de Guzmán está enterrado en Bolonia, aunque muchas de sus reliquias están repartidas por todo el mundo, donde son veneradas con fervor pos su seguidores.