miércoles, 8 de julio de 2020

EMBOTAMIENTO

También me doy cuenta, después de haber visitado el castillo de Queribús que nuestra cultura actual no necesita una religión mágica, ni una aclaración filosófica, ni anhelo alguno de salvación, ni puerta de salida a la libertad ante situaciones límite; nuestra cultura tardo moderna o post moderna, según los gustos, vive dentro de un especial embotamiento e insensibilidad lo que la hace muy proclive a disfrutar del extraordinario estilo que despliegan algunas realizaciones artísticas, especialmente en la arquitectura y la plástica.
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La perplejidad ante el misterio que rodea las ruinas del castillo de Queribús (epítome sobresaliente de las otras cuatro fortalezas cátaras, que forman según el dictado de las autoridades turísticas los cinco hijos de Caracasona), imaginando ante su imponente figuras el esfuerzo que aquellos hombres y mujeres tuvieron que desplegar para levantarlas donde hoy las observa el visitante, encima del peñasco más agreste y elevado de los alrededores, debería ser, también, un fecundo acto de conocimiento en cuanto punto de partida para que los visitantes se adentraran en aquel misterio. Lo cual, pensé cuando me puse por primera vez delante del castillo de Queribús, debería ser también el propósito de una nueva manera de conocer y reconocer. Estas conductas no deberían ser otra cosa que, debido a las posibilidades que nos proporciona el saber tecno científico de la cultura actual, iniciarse en el verdadero camino de la ignorancia que aquel proyecta, como una sombra oceánica, delante de esas fortalezas en ruinas. En lugar de enrocar el ser en lo que conocemos, convirtiéndolo en un objeto de enjaulado sobre sí mismo. Tal y como sugieren de forma mas o menos explicita la mayoria delos comentarios que voy leyendo en los distintos foros que he consultado sobre el catarismo cultural.
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El embotamiento espiritual actual dificulta, hasta hacerlo casi inviable, cualquier aproximación a una forma de entender el mundo que enmiende en algún medida, leve incluso, la intransigencia materialista  de la actual. Cuanto mas si nos fijamos en la exacerbación espiritual de aquellos perfectos y perfectas de la Iglesia cátara, así se llamaban los sacerdotes cataros, que consideraban todo lo relativo a lo material como la obra magna del diablo.