viernes, 27 de enero de 2017

DISTOPIA

Suena y resuena de manera constante en el campo de juego global las dos palabras que se han apoderado de la nueva guerra que ya se está librando ahí dentro. Auténtico e Inauténtico. A poco que nos fijemos - le dije el otro día a un amigo que tú conoces, y que ahora dirige en la radio un programa sobre vinos - la nueva dialéctica de enfrentamiento ha abandonado la topología espacial, izquierda derecha, centro periferia, norte sur , y se ha instalado en un lugar no identificado de la conciencia o del alma del ser humano. Igualmente el objetivo último de ese enfrentamiento ya no es la toma de la Bastilla o el asalto al Palacio de Invierno, sino, al parecer, el enfrentamiento mismo. En el horizonte no se vislumbra nada que tenga que ver con una síntesis de la razón humana, sea esta pura o impura, ni una meta, ni una solución final irrebasable por haber alcanzado unos objetivos inmejorables. Ni se vislumbra nada deseable en cuanto a los espacios, ni en cuanto a los tiempos, ni en cuanto a las palabras. Pues todo, incluidas la etiquetas auténtico e inauténtico, son significantes vacíos donde caben toda la heterogeneidad de que es capaz nuestro deseo imprevisible e insaciable. Seguramente si los leones y las gacelas pudieran hablar durante un minuto se calificarían a sí mismos de modo similar, aunque en su caso, no sé si con mayor significación, pero seguro que con mayor fundamento de causa efecto, dadas sus dificultades para poder ser otra cosa que leones y gacelas. Más bien todo parece un vuelta a un estado de extraña naturaleza después del pacto fundacional del siglo XVIII que posibilitó la entronización de la democracia y del ciudadano con sus derechos y deberes. Lo cual nos mete de coz y hoz en un mundo absolutamente desconocido, pues después del desbordamiento de las leyes de la ciudad, lo que nos encontraremos no es la naturaleza anterior a esa leyes, sino lo que queda de su determinada elisión por parte de los auténticos y los inauténticos. Es otra cosa de difícil definición y ubicación, sobre todo en el ámbito de la imaginación. Pareciera que la imaginación, tal y como la hemos entendido hasta ahora, ha sido también víctima de este singular enfrentamiento.

La cosa podría funcionar así. Los auténticos van dos veces por semana a los locales o domicilios particulares de los inauténticos y les montan un par de escraches. Los inautenticos hacen lo propio a los auténticos. Luego, un día al mes, pongamos, el último domingo de cada mes, los auténticos y los inauténticos quedan en el ágora de la ciudad y se se zurran de lo lindo hasta quedar exhaustos, pero sin matarse. Estaríamos ante el enfrentamiento permanente del animal humano, que no es el animal de la selva, desprovisto de su condición social y de derecho de ciudadano, para estar siempre en el mismo sitio, que ya no es la ciudad. Pero tampoco se sabe si eso sucederá dentro o fuera de la ciudad, o en un lugar sin identificar al que no se puede llamar ciudad ni selva, pues ésta era un espacio definido a partir de el existencia civilizadora de la aquella, ahora convertida en campo de batalla permanente.

Como puedes comprobar estamos ante un relato interesante que, a diferencia de los relatos convencionales, nace sin narrador previo, ya que nadie se puede postular para contar esta historia, si no quiere ser catalogado de auténtico o inauténtico. Nace, digamos, como deshecho de la propia arbitrariedad de las fuerzas en combate. ¿Puede un relato hacerse comunicable, ese es el destino de su nacimiento, sin nadie que lo cuente, que haga cargo decél? Si es un desecho, ¿conserva en su interior algo del mundo anterior al gran enfrentamiento. ¿Quién puede ser su narrador? Lo que si es deducible es que también saldrá de los restos que se alojen en los agujeros que dejará ese enfrentamiento constante, pero sin victoria final, por parte de los contendientes. En esa falta de destino y de sentido es donde se aloja, paradojicamente, la esperanza en los tiempos actuales. La esperanza en tanto en cuenta que permite imaginar y pensar, es decir, crear en esos agujeros o rincones los pasados no pensados y las condiciones de posibilidad de los futuros por venir. En definitiva, poder recuperar el aliento de la civilización perdida. Ya que los auténticos y los inauténticos han decidido, supongo que debido al efecto disuasorio de terror nuclear (la madre de todas fuerzas enconadas en el campo global actual), no llegar hasta la aniquilación mutua y total. Todo será cuestión - como le pasa al malestar general del que toman su gasolina - de esperar hasta que a ellos también el aburrimiento les impida renovar la energía que necesitan para seguir enfrentándose.