lunes, 9 de enero de 2017

CALÇOTS

Fue como ahora te lo cuento, aunque lo que luego me ha sorprendido es que, recordando la presencia de quién me lo ha sugerido, bien podía a haber sido como siempre. Sea como fuere, y de forma imprevista, sus palabras fijaron mi atención, a sabiendas de que, en esas citas sociales, al lado del hablar por hablar a borbotones convive el hablar breve o el sentir callado, que esconde todo el sentido del mundo. Todo el sentimiento de que es capaz quien así se expresa entre tanto ruido. Lo que ocurre es que estas citas me cuesta prestarle esa atención merecida. De ahí mi sorpresa. El caso fue que unos amigos me invitaron a la primera ceremonia de los calçots del año que comienza. Otros años ha sido más tarde, allá por finales de febrero o mediados de marzo, pero este año ha sido bajo la influencia todavía de los fastos navideños. En la llamada telefónica me pidieron que fuera un poco antes para echar una mano. Literalmente interpretada me pareció justo, así que me presente en la casa de mis amigos un par de horas antes de la hora de comer habitual. Nada más entrar me di cuenta que todo el mundo estaba atareado y que yo no tenía a la vista, digamos, puesto de trabajo. Me acerqué, entonces, a quién estaba asando lo calçots en el jardín y nada más verme me dijo: "al final te han hecho venir, mira que les dije que para asar los calçots no necesito ayuda, hay gente de sobra, que lo que si quiero es la compañía de alguien a mi lado mientras los aso".  De repente, la actualidad de la fiesta gastronómica se transformó ante mi en un mundo intemporal, encarnados la una y el otro, al mismo tiempo, en quien así hablaba como un chamán delante del fuego que asaba a los calçots.