miércoles, 11 de enero de 2017

BARRERAS

Hay dos barreras hoy insalvables, a la hora de tratar asuntos que nos conciernen a todos. Respecto a lo común o colectivo, el rótulo, la pancarta, la bandera, detrás o con la que todo el mundo se pone o se envuelve es la palabra "Sociedad",  convertida así en una ideología intocable y, por tanto, incuestionable. Respecto a lo individual, eso que es imposible que quede oculto y sumiso al término sociedad,  la palabra es "Yo". Con estos mimbres, Sociedad y Yo, o al revés según convenga, se organiza la Actualidad moderna. Lo que te quiero contestar, a lo que dijiste ayer, es que todo lo que pueda ser justificado o disculpado socialmente, que lo sea; y si la cosa no puede camuflarse o maquillarse socialmente de ninguna de las maneras que sociólogos, economistas, politólogos, etc. inventan con tales propósitos, que sea el Yo el que entre en escena. Pero que entre con todos lo dientes bien afilados, pues ese Yo es la última frontera de todos los engaños posibles que hoy en día nos permitimos. Con nuestras invocaciones y evocaciones indiscriminadas de lo social a la hora de hablar y de dar salida a cualquier atasco conversacional, lo que hacemos de verdad es ocupar el vacío de sentido que la misma Sociedad - convertida mediante aquellas, como ya he dicho, en sacrosanta ideología actual - ha arrasado previamente. Al refugiarnos en nuestra egolatría cuando lo social no acude en nuestra ayuda, eliminamos la distancia que media entre el Yo y la propia vida, entre el Yo y el sujeto verbal que actúa en su nombre. Esto es algo que se comprueba constantemente en nuestra actualidad de opinadores y predicadores. El Yo que opina o predica en público o privado no opina lo mismo que el yo-íntimo-que-es.