lunes, 23 de enero de 2017

QUIJOTESCA

Como ya te dije en nuestra última conversación telefónica, me he apuntado a una tertulia quijotesca. Se trata, según nos ha propuesto quien la modera, de leer la obra de Miguel de Cervantes por capítulos, e ir comentando en cada uno de los sucesivos encuentros presenciales lo que nos ha parecido. En el primer encuentro nos hizo una exposición detallada de cómo estaba el estado de la cuestión, Don Quijote de la Mancha, dentro del ámbito académico. Te he de decir que me he apuntado a la tertulia inducido por la experiencia que tuvimos este verano en Alcalá de Henares, cuando visitamos juntos la ciudad natal de Cervantes. La experiencia tuvo para mí, te lo cuento ahora, dos momentos bien distintos. Por un lado, la vuelta a la ciudad complutense después de veinticinco años de ausencia. Tuve la sensación de que estaba saldando una deuda adquirida, que quedó pendiente cuando visité la ciudad por última vez, y, sin ninguna explicación o despedida previa, deje de pisar sus calles, o de ver sus monumentos en un cuarto de siglo. Sin embargo, no pareció darse por aludida, ni mostrarse esquiva, ni sentí que diera la espalda, pues me recibió como si hubiera hecho solo un mes que no la visitaba, que era la frecuencia con que solía ir a a darme un paseo antes de alejarme de ella durante tanto tiempo. Como ya sabes la visita estaba enmarcada dentro del quinto centenario de la muerte de Cervantes, lo cual me permitió volver a alguno de los lugares que tienen que ver con su vida y con su carrera como escritor. También en este caso quien se encargaba de las funciones de moderar el relato del trayecto, se puso del lado del lenguaje propio de la academia. Que es lo mismo que decir de la Historia con mayúsculas. Así nos hablaron una señora en la casa natal del autor y un joven en el paraninfo de la universidad complutense. Aupado, también, en la cresta de la ola de ese lenguaje académico histórico, nos habló el guía que nos enseñó el corral de comedias alcalaino. En general, pienso las personas que se ponen al frente de las visitas guiadas le ponen mucho entusiasmo a una tarea que no deja de estar inmersa en una monumental rutina. Son como lo actores de teatro que un día tras otro suben al escenario a repetir la cantinela de su personaje. Entusiasmo y una importante dosis de vanidad hacen que parezca que lo que te cuentan lo hacen por primera vez. En esta visita a Alcalá de Henares me gustó especialmente el guía que nos enseñó y explicó el paraninfo de la universidad complutense. La afectación que le puso a sus palabras le hizo aparecer ante mí como algo más que un guía. Yo diría que como el mayordormo o un alabardero a servicio del propio Cervantes. Mejor dicho, a servicio de su causa quijotesca.

Entre medias de la tertulia quijotesca y la visita a la ciudad natal de Cervantes han pasado seis meses y el fInal de los fastos conmemorativos del quinto centenario de la muerte de aquel. La pregunta me surgió entonces en la ciudad complutense y me volvió a surgir ahora en el seno de la tertulia, quinientos años después de su publicación, ¿como debemos leer hoy el Quijote? Este es el segundo momento de que te hablé antes.Tratar de hincarle el diente a esta pregunta es, para mí, el mejor homenaje que se le pude hacer al ingenioso Hidalgo y a su autor.