miércoles, 29 de abril de 2020

UN CUENTO CHINO 2

DEFORMACIONES
La pregunta que no lanzó Telmo a los espectadores cotertulios, viendo la deriva en la que había entrado la conversación, fue si los  allí presentes iban a algún sitio elegidos por ellos mismos o, por el contrario, seguían la senda que le marcan los tours operators o flautistas de la cultura en general y del cine en particular, a saber, periodistas sin sueldo fijo, periodistas en plantilla, profesionales con deformación profesional obsesiva, comentaristas culturales, sin ninguna obsesión diagnosticada, de lo que se cruce en su camino sea cultura o no, influencers, etc. A sabiendas que la locución “ese sitio elegido por ellos mismos” coincide cabalmente con lo que no sabe un espectador y por eso se sienta delante de la pantalla, primero, y días más tarde se sienta alrededor de una mesa para conversar sobre lo que cada uno de sus amigos del alma ha visto o dejado de ver o piensa que había tenido que ver. El caso fue que una espectadora dijo, respecto a la escena en la que Roberto y los espectadores conocemos, simultáneamente, al chino en el momento en que lo sacan de un taxi a empujones, y el protagonista sin aparentemente pensárselo demasiado se acerca al chino y lo recoge y le presta su ayuda por solidaridad (?). El interrogante es lo que se le colocó encima de la cabeza a Telmo, de igual manera que en los cómics o tebeos se le pone un luz a los muñecos que aparecen en la viñeta. Otro espectador, aunque de procedencia profesional difusa, no se abstuvo de diagnosticar a Roberto como un patológico obsesivo que merecía un tratamiento de urgencia. No dijo, o, como Telmo, no se atrevió a decir que ese tratamiento era extensivo al resto de los espectadores, aunque el brillo de sus ojos lo delataron. Una tercera espectadora alzó la mano, viendo como las palabras que salían a la palestra en lugar de poner claridad en la mente de los oyentes, la iban oscureciendo y, por extensión, el ambiente en el que todavía tenia que desenvolverse la conversación. Como era preceptivo, manifestó su convicción (no su no saber) que Roberto el ferretero acogió al Chino en su hogar, que ella lo veía con una metáfora de su alma, debido al sentimiento de culpa que lo embargaba. Evidentemente ese sentimiento, que a su entender organizaba el sentido de todo la película, no aparece filmado o sugerido al principio. Esta espectadora insistió en que la primera vez que hace su aparición de forma significativa la culpa es en el momento en el que Roberto, después de que el chino vomita en el interior del su coche, digamos, no aguanta mas y lo abandona en la primera para de autobús que encuentra. Pero en la siguiente secuencia, delante de un suculento plato de comida, dijo la espectadora culposa, por llamarla así, Roberto no pudo evitar dejar ver su malestar ante lo que acaba de hacer. Se levanta y vuelve a la parada donde, aunque haya pasado bastante tiempo, contado en términos de metraje cinematográfico, allí sigue impertérrito el chino, lo cual puede hablar también, pensó Telmo, de su tácita cultura zen. Al entender de la espectadora culposa, es la intensidad de ese tiempo desmesurado la que justifica la aparición solemne del sentimiento de culpa a que ella se refería, y con el que se reconciliaba totalmente. Además de solidaridad y culpa fueron saliendo en las otras intervenciones palabras como absurdo o azar, para definir el ambiente o atmósfera que dominada la actuación del protagonista en la película. Lo que a Telmo le sorprendió fue que, sin justificar el por qué de las acciones del personaje principal, Roberto el ferretero, calificaran su austera y callada conducta, y las diferentes derivaciones, como solidarias o  absurdas o azarosas o culpable. A esa manera de mirar Telmo la justifica por lo que denomina deformación de la mirada, bien por razones profesionales bien por hábito de estar atornillado, nunca mejor dicho, a la jaula donde cada uno vive o desea que lo vean viviendo. Al entender de Telmo, Roberto el ferretero no es mas obsesivo, neurótico o cerrado en sí mismo que lo pueda ser cualquiera de los espectadores que vean la película. Que el narrador acentúe o subraye tales características tiene que ver con la intención que anima su relato, y también con el tipo de estructura, o campo narrativo, donde lo quiere enmarcar. Por si el espectador tuviera dudas ahí tiene el título, un cuento chino, les dijo Telmo a los contertulios. No es un pelicula de las llamadas naturalista o de realismo social. Es un cuento o también una fábula, y ahí es donde debe entrar, si consigue abandonar su jaula, el espectador. No se lo dijo a los contertulios exactamente con estas palabras, pues Telmo sabía que si los sacaba abruptamente de su jaula se molestarían. El espectador (como el lector) enjaulado, que es el atributo que mejor los define, no gusta de ajetreos ni sorpresa, por mucho que lo repita en su repertorio de apariencia en público. El espectador enjaulado lo que quiere, cuando queda para comentar una pelicula con otros espectadores enjaulados es pasar una velada agradable, sin tener que salir de la jaula. Lo que si les dijo fue que si prestaban toda su atención a la manera en que aparece el chino y Mary ante Roberto, el ferretero de rostro atornillado, comprobarían que no son seres que procedan del mundo de la ferretería ni de sus afueras. Comprobarán que proceden del afuera del afuera del mundo de la ferretería y de donde vivan cada uno de los espectadores. Son, por así decirlo, seres intermedios, no inmediatos ni sospechosos de pertenecer al mundo que detesta Roberto. Por eso, primero se queda perplejo, pensado si es cierto lo que esta viendo. Pues Roberto, efectivamente, y los espectadores si siguen junto a él, no para juzgarlo sino para entenderlo, que es lo mismo que entenderse así mismos, están delante de dos visiones. Así, piensa Telmo, que está construido  filmicamente el cuento, alrededor de estas dos formas, repite, intermedias, entre el celestial e inaccesible mundo superior y el peligroso y cruel mundo terrenal donde habitan los humanos. Sin mediar palabra entre ellos, como dice Mary cuando vuelve del paseo que ha hecho con el chino, su alianza de seres aparecidos, va abriendo una grieta, y otras, en la mente ferretera de Roberto. Hasta el momento de la vaca final, que se emparenta con la que ha sido motivo desde el principio.