jueves, 9 de abril de 2020

PESADILLA

Cuando fui niño los curas vaticanos me enseñaron la magnanimidad del bien.
(...)
Muchos años después los filósofos existencialistas me enseñaron la banalidad del mal y que el ser se presentaba huyendo.
(...)
Casi simultáneamente algún pensador oriental, que se cruzó en mi camino, me enseñó que la nada no es lo mismo que el vacío.
(...)
Luego vinieron los banqueros y le dieron la razón a los curas y a los filósofos, y me dijeron que, efectivamente, los artefactos financieros donde el dinero se hacía invisible lo eran todo, y que ese todo era el tuétano del ser, y que por supuesto se presentaba huyendo.
(...)
Y ahora estoy aquí, “no en casa como en ningún sitio”, sino encerrado bajo el imperativo de un innovador arresto domiciliario, sin saber que es el bien y mal, el ser y la nada, y donde ha huido el dinero. 
(...)
Lo que más angustia es que si algún día me levantan el arresto domiciliario, solo pueda salir a la calle bajo el imperativo de una libertad condicional desconocida. Y que grite si hay alguien por ahí, y nadie conteste. Y que eso sea para siempre.