jueves, 16 de abril de 2020

LA MONTAÑA MÁGICA 5

FANTOCHE 1
No en balde cuando sube cada tarde al Berghof Telmo experimenta una liberación de algo que, al principio, lo achacaba al siempre gratificante contacto con la naturaleza. Por decirlo así, Telmo pensaba que, por muy mal que las cosas fuesen allá arriba, el entorno natural podía con todo. Como la mente tiene que poder con el cuerpo si este ha decidido segur hacia adelante o seguir existiendo. Sin duda, lo que mas le atrae es experimentar la rutina del sanatorio al lado de sus inquilinos, experimentar que un día es igual al siguiente y calcado del anterior. Pero, sobre todo, quería experimentar en qué medida esta rutina impuesta por el protocolo hospitalario para curar la enfermedad, ponía delante de cada uno de los enfermos la posibilidad de salir de su caja objetiva, que es, para entendernos dice Telmo, el lugar donde estaban encerrados allá bajo, y donde se acaba por constituir esa figura tan moderna que unos llaman el sujeto hecho así mismo, otros el sujeto individual capaz de mover la historia, otros el sujeto de auto ciencia ilimitada, etc., pero que en verdad ha acabado por constituir, a lo largo de estos últimos doscientos años, lo que para Telmo es quien mas cabalmente representa ese paradigma de Negocio Ocio-Entretenimiento en el que vivimos. Telmo dice que se refiere a la figura del fantoche, que con distintos ropajes y poder a su alcance, incluso desnudo y paria, domina y preside tanto los altos como los bajos fondos individuales y colectivos de esa sociedad de ociosos y negociantes. Cuando oye hablar al narrador sabelotodo, Telmo se da cuenta que no es un personaje del siglo XIX, que lo es plenamente del siglo XX, como lo son todavía quienes sustentan con sus impuestos y votos a esa sociedad de negociantes y ociosos. Cuando le oye decir desde su atalaya poética de sabelotodo, que la costumbre hace que la conciencia del tiempo se adormezca o incluso que pueda llegar a anularla, o que la introducción de cambios en esa rutina sirve para vigorizar nuestras vida, para rejuvenecer y fortalecer y ralentizar nuestra percepción del tiempo, Telmo no puede por menos de estar escuchando a tantas y tantos opinadores (la. encarnación mas acabada, al entender de Telmo, de la figura del fantoche antes mencionada) que desde su atalaya de medio pelo tratan de engatusar a sus oyentes. La diferencia estriba en que lo que dice el narrador sabelotodo de la montaña mágica no es entendido en su totalidad incluso ni por lector actual (perfectamente alfabetizado y constantemente informado), el cual solo alcanza a entender lo que la costumbre o la rutina de la lente miope que día a día y pantalla a pantalla  el opinador actual de turno le ofrece.  En fin, lo que va descubriendo Telmo en el Berghof es que a través del “allí arriba”, que lo constituye y que lo que así sucede sucede siempre, constata que el “allí abajo”, tanto el de hoy como el de ayer, sigue envuelto en su tozudez costumbrista e inmovilista, hoy más, si cabe, puesto que está bendecida por la dinámica social permanente que imponen los ociosos y los negociantes para no moverse del mismo sitio.