jueves, 30 de abril de 2020

EL LECTOR QUE QUIERO SER

Leer y ser leído, como Sentir y ser sentido, en fin, como Amar y ser amado siempre es peligroso, porque siempre se hace desde el lado precario del Alma. El ser amado siempre será un extraño par ti y tu lo serás para él. Aquí se asienta la precariedad de los sentimientos y del alma. 
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HUMILDAD (Richard Ford)
“La naturaleza básica de la Literatura que se imparte en la Academia(escuela+instituto+universidad) es la naturaleza de la Academia misma, a saber, la conservación y el instinto de supervivencia, mientras que la de la creación literaria (Lectura y Escritura) consiste en estar en el filo peligroso de las cosas. El arte de la Lectura y la Escritura es débil, optativo y precario. Pero la Academia se protege se la debilidad tras una historia de grandes libros, gran pensamiento y gran Escritura ya realizados. Dando la falsa impresión de que en la Academia la verdad parezca más accesible de lo que realmente es y menos un asunto que requiere valor, coraje y visión personal.
En el diseño curricular de la Academia destaca de forma exclusiva la importancia de la soberanía histórica de los textos y la visión romántica de sus autores, dejando fuera la visión del carácter (o destino) de lo escrito y su más importante potencialidad: lo que los lectores hacen con ello al leer (su propio carácter y destino) y su necesidad de que se le cuenten cosas.
La envidia latente que todos sentimos por la expresión personal elevada, involuntaria y poderosa, esa casi automática ansia de una especie de testimonio y manifestación de la verdad, no respaldada por la familia, ni por la Academia, ni por ninguna otra institución gubernamental de nuestra sociedad.”
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RESPONSABILIDAD (Constantino Bértolo)
”Quiero pensar que los acercamientos a lo literario que propongo se levantan sobre unas coordenadas básicas con capacidad suficiente para trazar algún perfil útil y representativo de ese acto literario sobre el se ha venido construyendo, a mi entender, el espacio de Interrelacion  social que llamamos literatura. Responsabilidad del que habla y responsabilidad el que escucha, responsabilidad del que escribe y responsabilidad del que lee. La literatura como Pacto de Responsabilidad es la noción de lo literario que atraviesa estas reflexiones y bien puede decirse que su argumentación es el argumento de este libro. Entendido el Acto Literario como singular uso del patrimonio público que el lenguaje representa y mediante el cual nos constituimos como seres sociales que somos, la Responsabilidad aparece como elemento necesario, inevitable y deseable. Estas reflexiones surgen a partir de los análisis de los cambios que el contexto sociocultural concreto introduce en las condiciones de ese Pacto.
Lo que atañe a la Lectura tiene su raíz en el convencimiento de que es la realidad que nos acompaña quien Lee con Nosotros, al tiempo que, dialécticamente, esa realidad brota de la lectura que efectuamos de lo existente (material o inmaterial, tangible o intangible). Y que, en efecto, toda lectura es personal, si bien, y precisamente por serlo, es lectura compartida, común, colectiva. La lectura como espacio común, aunque pasado por el tamiz de las huellas dactilares que conforman nuestra personalidad lectora.”
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ATENCIÓN (John Berger)
“El resultado de una historia, de un relato. Tengo el presentimiento de que éste podría ser un término útil para enfrentarnos al reto que nos dejó Antón Chejov: “El papel del escritor es describir las situaciones tan verazmente...que el lector ya no pueda eludirlas.” Resultado: como en resultar ileso o resultar herido.
Generalmente, no se emplearía nunca este término para hablar del final de un relato, de lo que les termina sucediendo a los protagonistas, sino que se utiliza el mas apropiado desenlace. Un desenlace trágico, feliz o trascedente.
Sin embargo, parece e adecuado para referirnos a cómo dejan el relato para seguir con el curso de sus vidas quienes lo han oído o leído. ¿Dónde deposita el relato a quienes lo han seguido y en qué estado de ánimo? ¿Qué resultado ha tenido en ellos?
La respuesta a esta pregunta puede depender de lo que el relato haya descubierto y revelado o de su imperativo moral, en el caso de lo que tuviera. pero según mi presentimiento, hay otra respuesta, más interesante.
Cuando seguimos un relato, seguimos a su narrador, o, más exactamente, seguimos la trayectoria de la tensión del narrador, lo que ésta observa y lo que pasa por alto, aquello en lo que se detiene, lo que repite, lo que considera irrelevante, aquello hacia lo que se precipita, lo que rodea y lo que une. Es parecido a seguir un baile, no con los pies o con el cuerpo, sino con nuestra observación y nuestras expectativas y recuerdos vitales. 
A lo largo del relato nos acostumbramos a los procedimientos del narrador, a su manera del prestar atención y luego de dar sentido a lo que a primera vista parecía caótico. Adquirimos sus hábitos como narrador.
Y si la historia nos ha impresionado, haremos nuestro algo de esos hábitos, algo de su manera de prestar atención. Y entonces los utilizaremos para dar sentido al caos de la vida, en la que se ocultan multitud de historias, de relatos.
Es ésta la herencia a lo que me refiero cuando hablo de resultado de un relato. Cada narrador tiene sus propios procedimientos. No hay dos iguales.
Sin embargo, si imaginamos lo relatos que se están contando de un extremo a al otro del mundo, encontraremos, creo yo, dos categorías principales. Aquellos cuyas narraciones hacen hincapié  en algo esencial que está oculto, y aquellos que hacen hincapié en lo que se revela.”
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IMAGINACIÓN (Alejandro Gándara)
“La siguiente reflexión esta presidida por la idea de que una realidad observada minuciosamente - y cambiando las perspectivas convencionales y compartidas en las representaciones colectivas - revela la ficción que se esconde en esa realidad o al menos una estructura que en muy poco se distinguiría de una invención o de una creación pura. Por otra parte, al observar de ese modo los asuntos comunes se perciben los distintos caminos (o grietas) por los que el caos se filtra en el mundo ordenado (que acabamos aceptando como algo natural y objetivo) y como las variantes del mal y del dolor se adueñan del orden y la objetividad que parecían regular de forma intachable el mundo. Todo eso presupone una escritura transversal que desnuda la mirada apresada por los tópicos de la Información y de la comunicación. Lo que cambia es la posición del observador y los comportamientos del lenguaje, atentos a las zonas ciegas que pasan desapercibidas en los discursos generalizadores y en el pensamiento que procede mecánicamente.”