viernes, 3 de abril de 2020

COVID_19 Y MOBY DICK

Estamos demasiado acostumbrados a quejarnos o indignarnos de la banalidad y mezquindad que se ha ido colando en la sociedad en la que vivimos, pero sin darnos cuenta que la dimensión mas acertada de esa banalidad y esa mezquindad nos las da justamente quienes tenemos al lado, tipos y tipas a los que decimos que queremos porque son familiares o amigos o compañeros de trabajo nuestros. Es decir, que mi decisión tiene un valor añadido y hasta excluyente por el el hecho de que la he tomado yo, en ningún caso porque abra las condiciones de posibilidad para dar la palabra a quien me escucha o mira. Sin embargo, si nos fijamos con atención, no puede ser del todo así (nuestra elección como valor añadido), digo, pues no podemos sacar aquellas conclusiones de banalidad y mezquindad de la sociedad que verdaderamente nos aflige (pues no pongo en duda que la aflicción si es autentica) de meras abstracciones desligadas de todo vinculo o asociación con nuestra experiencia cotidiana, que son los que activan o ponen marcha lo que realmente somos no tanto lo que debemos o aparentamos ser. Creo que esta actitud, bastante habitual en su práctica de ignorar lo que no afecta (de ahí la aflicción), es el principal foco de contagio de la banalidad y la mezquindad reinante. Y de su aflicción individual consecuente.
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Esta forma de relacionarnos con lo invisible o con lo indeterminado o con lo que nos excede, bien porque es mas grande que nosotros, bien porque no lo entendemos me trae a la memoria la ballena blanca mas famosa, Moby Dick, para relacionarla con el ya indiscutible virus más mediático de la historia de la enfermedad humana, COVID_19. Dos casos que, con mas de ciento cincuenta años entre ellos y una procedencia distinta (la ballena es un personaje de ficción y COVID_19 es un virus real) tienen en común lo verdadero de su presencia, a saber, que la naturaleza no siempre nos es  favorable, diría mas, nunca nos es favorable. Todo depende de como nos coloquemos ante el colosal peligro que siempre la acompaña. Lo que quiero resaltar es que el mundo, tanto el de ayer como el de hoy, es un sitio peligroso. Ahab nunca lo quiso entender y pagó con la locura su soberbia. Nosotros lo hemos borrado de nuestra memoria y estamos pagando la neurosis o locura moderna con nuestro narcisismo ilimitado y sin suelo. La locura de Ahab consiste en imputar a la naturaleza lo que solo se puede dar en el marco de la moralidad entre humanos. La neurosis actual es ir de la mano de las mascotas animales (mira por donde, son las únicas con las que los humanos podemos salir a la calle, según ordena la ley de encierro vigente) para negarle o ignorar la palabra al otro humano en el campo de la moralidad o ética que define el espacio y el tiempo de nuestra convivencia, ética o moralidad que se hacen así inexistentes. Lo que no vemos y lo que nos excede siempre han sido la fuente primordial de nuestros mas peligrosos desvaríos.
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Nadie esta evaluando, al menos no conozco ninguna estadística fiable al respecto, en que medida la naturaleza contagiosa, propia de un ser vivo como es el virus de marras, se esta viendo multiplicada por la naturaleza de la inteligencia digital que lo esta mirando y transmitiendo, vía redes sociales y demás conductores de efectos instantáneos y exponecialmente mas contagiosas que el propio virus de marras. ¿No es este el primer capítulo del llamado post humanismo, o del poder de la inteligencia artificial, del que tanto alardean no pocos de los activistas y teóricos de la causa digital que exhiben con desparpajo su ética militante como la novedad entre las novedades, que logrará salvarnos? Añadamos, por tanto, a la ética militante su correlato inevitable, la ética de la salvación. Visto lo visto y lo que nos tocara ver, sospecho (la tercera ética en liza) que toda esta fanfarria mediática, a cuanta del virus de marras, no es para hacernos mas humanos, sino mas animales que los propios animales. Enfocado de esta manera, el post humanismo queda claro que no es mas humanismo, ¿es la vuelta atrás, pero a un grado de animalidad superior, en el sentido de mas destructiva, que la que dejamos atrás cuando nos hicimos humanos aprendices de humanos?
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Dice Simone Weil que hay un infierno habitado por personas que creen encontrarse en el paraíso.  El virus de marras está poniendo al día esta verdad eterna.