miércoles, 15 de abril de 2020

LA MONTAÑA MÁGICA 4

BAJO MÍNIMOS
Y así, una tarde detrás de la otra, Telmo se fue adentrando en los entresijos y secretos que guardaba el Berghof, allá arriba, como gustaban decir todos los protagonistas de la montaña mágica, empezando por su inventor el narrador sabelotodo o también conocido con el nombre de jardinero de Dios. Telmo sabia que las cosas allá abajo eran muy diferentes. ¿Allá abajo?¿Qué significaba, mientras tenia la experiencia de la lectura, la locución Allá abajo? Y es que Telmo se hacia esta preguntas por que se estaba dando cuenta que allí arriba, mientras leía, estaba bajo la influencia de la poesía, y que eso le permitía mirara cara a cara, como dijo ayer, a los habitantes de Davos Platz y del sanatorio del Berghof. Pero, también se daba cuenta que, cuando Hans Castorp o su primo Joaquim o el inefable Sentembrini o el gerente del sanatorio o cualquiera de sus inquilinos que iban apareciendo, pagina tras pagina, ante sus ojos, hablaban del allí abajo abrían en ese momento la brecha de la historia que los separaba irremediablemente, y que por ello tenia, como lector, que andar como mucho cuidado. Porque el allí abajo de la novela es el remoto pasado de Telmo, es decir, un mundo que ya no existe ni puede volver a existir como hechos históricos. Por decirlo con las palabras del humanista Settembrini (miembro de la Liga por la Organización del Progreso) mientras habla con su entusiasta oyente Hans Castorp, el terremoto de Lisboa que tanto enojó a Voltaire pues no aceptaba que la naturaleza se opusiera de esa manera al razón humana, mi querido ingeniero, no es un episodio actual, ocurrió hace mas o menos ciento cincuenta años, es decir, en, y Sentembrini le ofrece la fecha a su improvisado discípulo, el terremoto que arrasó la bella ciudad de Lisboa sucedió en 1755. Aunque ya lo intuía por informaciones extra narrativas a la propia novela, en ese momento Telmo toma nota en su libreta de apuntes de la fecha exacta del terremoto lisboeta para compararla, acto seguido, con el momento histórico  donde tienen lugar los acontecimientos del Berghof. Y le queda claro, por tanto, que el optimismo indiscutible de principios del siglo XX no tiene nada que ver con el nihilismo o desencantamiento o incredulidad con que ha arrancado el siglo XXI, que es donde vive por las mañanas Telmo, un poco antes de subirse a pasar la tarde con los de allí arriba, en el Berghof. Un ámbito en el que, por mor de la voz del narrador sabelotodo, lo que sucede allí, no solo sucede allí arriba sino que sucede siempre, pues no esta bajo la influencia del tiempo histórico o del tic tac del reloj, sino del tiempo de la poesía, del pensamiento, de los afectos, etc. Lo primero que Telmo agradece a esas tardes que pasa en el Berghof en compañía de sus nuevos amigos del alma es que por fin puede utilizar esta locución, Amigos del Alma, sin miedo a molestar o incluso ofender a los posibles oyentes del presente que no saben relacionarse con un con un concepto, Alma, que a su entender forma parte de ese pasado remoto en el que ya no viven y, dicen con orgullo, no quiere vivir pues nada ahí como el tiempo en que ellos viven. Y lo dicen cono si hubieran sido ellos mismos los que hubieran hecho semejante elección y simultáneamente su manera irrefutable de entenderla. Lo segundo que agradece Telmo es que por una horas se siente liberado de eso que llama la existencia Bajo Mínimos en la que hoy vive él dentro de la sociedad que le da legitimidad, agravado todo, aún mas si cabe, por el ataque inesperado del virus de marras. Ese Bajo Mínimos son, por decirlo de forma abreviada, los restos que no han sido asimilados por el nuevo Paradigma Dominante que tiñe todos los ámbitos sociales y recovecos individuales de aquella, a saber, el binomio Negocio mas Ocio o Entretenimiento, que organiza el mundo que ocupa mediante su colaboración cómplice y bajo la bendición del arrobo de saber que la vida resultante ahí dentro no puede ser otras cosa que lo aparenta ser. Todo ello no impide a los entusiastas militantes de la nueva ética indignarse o quejarse de forma constante por lo mal que van las cosas, indignación que ha venido a reforzar los estragos sanitarios del virus de marras. Por eso cuando Telmo escucha, a su vez, las palabras que utiliza Sentembrini para explicar al neófito y creyente Hans Canstorf la ley irrefutable que hará posible, por fin, en un porvenir inmediato los logros del progreso y de la felicidad subsiguiente de toda la humanidad, por eso, Telmo no puede dejar de sentir arrobamiento, no sabe si del mismo cariz que el del Sentembrini y sus oyentes, pero si semejante en tanto en cuanto no deja de ser su heredero, a pesar de todos los fracasos  de los que también lo es. Así Telmo consigue mantener una esperanza, difusa si se quiere, entre las catacumbas donde sobrevive con ese Bajo Mínimos que se ha mencionada antes y la subida cada tarde al Berghof. Pues se sorprende que siendo la expresión Bajo mínimos la que mejor define la manera de subsistir espiritualmente dentro de una visión histórica totalizadora o Totalizante, como es el paradigma dominante Negocio Ocio o Entretenimiento, en el Berghof, sin embargo, donde la implacable imposición de la enfermedad de l tuberculosis pareciera que no tiene piedad con quien quisiera salirse de su influencia, es donde Telmo esta sintiendo, por decirlo así, una vida espiritualmente de máximos.