“Un grado de intensidad especial de los sentimientos cotidianos es lo político. Se encuentra en cualquier lugar donde viva gente. Es una forma elemental, mueve la historia. La unidad de medida se llama: confianza.” (Alexander Kluge)
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Hay una distancia, que define un horizonte, entre el psicólogo, el político, el pedagogo, el vendedor, y sus clientes: los obsesivos, los electores, los alumnos y los compradores que no la había entre el cura u obispo medieval (pues eran todo a la vez: psicólogo, político, pedagogo y vendedor,) y sus feligreses (que también lo eran todo a la vez: los obsesivos, los electores, los alumnos, lo compradores de aquella época lejana). A esa distancia y a ese horizonte es a lo que hemos convenido en llamar Libertad y al campo de acción donde uno pude practicarla con los otros, y entre los otros, hemos decido llamarlo Democracia. Y a la Libertad mas la Democracia la hemos llamado Modernidad o etapa posterior a la Epoca Medieval.
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Sin el respeto escrupuloso hacia esa distancia y su horizonte, cuyo tránsito es siempre moderno, es decir, una irrepetible e irreductible experiencia individual, y sin el respeto escrupuloso, igualmente, a la confianza de uno respecto a los otros, y viceversa, no podríamos seguir nombrando nuestras relaciones interpersonales con los nombres de Libertad, Democracia y Modernidad. Ya que el uso extensivo de las palabras y aquello que designan no puede ser ilimitado.
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Llegados a ese extremo lo más honesto, si ya nos somos capaces de cumplir con las exigencias de tales palabras, es cambiar de palabras.
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Todo lo cual hace posible que, al hilo de los acontecimientos del presente, sobre el que impone su contagio la Acelerada Obligatoriedad de la Actualidad mediante su inoculación permanente (una AOA, convertida así en ideología única, como lo fue el contagio de la omnipresencia y la omnisapiencia de Dios en la época medieval), no sea descabellado preguntarnos (así doblemente contagiados, COVID-19 mas AOA), ¿eso que llamamos futuro de la humanidad, no será otra cosa que ir al encuentro con (a la espera de un nombre mas apropiado, valga el uso de oximerones) una Nueva Edad Media? O dicho de otra manera, en contra de todos los optimistas presagios que predica sin cesar la algarabía positivista, ¿la globalización de la humanidad no puede ser moderna, sino únicamente neomedieval? ¿NeoMedievalizar nuestra vida y nuestra sensibilidad, entonces, es regresivo? ¿O es más bien retroprogresivo?
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En fin, ¿como se hace esto, como se habla de esto y como se escucha esto? ¿Cuáles deben ser las nuevas palabras que señalen y den sentido a lo que se haga, se hable y se escuche? ¿Cual es el nuevo pacto de responsabilidad entre hacedores, hablantes y oyentes? ¿Cómo se piensa todo eso? O a lo mejor, ahora que lo pienso, ¿todo debería empezar al revés?
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Sin embargo, no puede dejar de reconocer, siguiendo a Kluge, la indestructibilidad de lo político y su presencia en lo cotidiano. Hacen falta, por tanto, líderes o dirigentes con mucho talento dramático para obtener una mayoría solvente entre los abruptos clanes pastorales de la AOA y conservarlo tanto en época de intensa pandemia como de salud amenazada. ¿Hay alguien por ahí?