SOLO UN SOLDADO
El lector Telmo anota en sus apuntes que ni el narrador sabelotodo, ni el duo dinámico formado por Settembrini y Hans Castorp, parecen decididos, hasta el momento de su lectura, a no darle a Joachim Ziemsen otro protagonismo que no sea el que determina de forma tópica la función de soldado, a la espera de curarse para incorporarse a su guarnición militar. Frente al enciclopedismo humanista del italiano y la curiosidad y la filantropía insaciables de su primo, Joachim nada mas parece ofrecer ese perfil de fiel cumplidor del deber que se resume en saber mandar y obedecer. Telmo, como ya ha dicho retiradamente, espera con enormes expectativas la entrada en escena de Naphta, pues creer ver en su presencia la compañía adecuada de Joachim, y que así formen el duo estático, por decirlo así, que se contraponga al mas dinámico de aquellos. Quiere ver en esta demora intencionada, por parte del narrador sabelotodo, lo propio de un punto de vista ilimitado y sabelotodo que trata de dosificarse ante el ojo limitado e ignorante del lector. ¿De cualquier lector?, se pregunta Telmo. ¿O solo del lector de la época en que se desarrolla la novela? Esos años gloriosos que precedieron a la Primera Guerra Mundial, durante los cuales la humanidad creyó que todo era posible, todo menos la propia guerra. Pero no fue así, como cualquier lector actual sabe. Vino, claro que vino y como vino, la primera carnicería mundial, seguida de los años de mayor violencia política y verbal nunca antes conocida, y de la segunda gran carnicería, y del Holocausto, y el Gulag y las bombas atómicas, y de más guerras y mas holocaustos, etc. Telmo no se olvida que, a partir de esta primera gran carnicería, todo sería nuevo como nunca antes se había visto. Lo cual no quiso decir bueno, como imaginaron sus promotores y fundadores. Esta fue la gran novedad que trajo aquella catástrofe, a saber, que El Progreso es inevitable pero no necesariamente tiene que traer lo mejor, ya que como se demostró, a partir de entonces, lo mejor y lo peor van de la mano, o como dice Walter Benjamin, a toda civilización le acompaña sin remedio su propia barbarie. Lo bueno también vino en forma, sobre todo, de avances tecnológicos que afianzaron nuestro bienestar material, pero no trajeron las condiciones de posibilidad para obtener una renovación permanente de los hábitos morales, pues quedaron destruidas entre los escombros. ¿Pensaba el narrador sabelotodo en el lector de cien años mas tarde, al narrar las peripecias de los habitantes del Berghof? Telmo cree que sí. Pues esa posibilidad esta presente entre sus palabras. Como dicen algunos lectores actuales, la montaña mágica es una novela que, como todas, es autorreferencial y referencial al mismo tiempo. Es un fruto del espíritu de su época, pero al estar narrada por ese narrador sabelotodo y autónomo busca mirarse en el tiempo ya pasado, sin dejar de proyectarse en el tiempo por venir.