jueves, 14 de junio de 2018

LA NAÚSEA

En el invierno de 2008, recién dado el pistoletazo oficial de salida a la Gran Recesión económica en el ámbito occidental, Gerardo Iniesta, critico de literatura que se había queda en paro, decidió poner en marcha una librería en mi barrio con la indemnización del despido y algunos dineros que le prestaron, sin fecha fija de devolución, sus familiares y amigos. Con semejante decisión pretendía continuar, por otros medios, la labor que había llevado a cabo durante los últimos 15 años en los diferentes periódicos y revistas donde había trabajado, y últimamente como director de un sello editorial recién creado por unos viticultores de La Rioja, que no vieron en lo que se avecinaba una crisis sino una breve desaceleración, tal y como no se cansaban de insistir en sus homilías las autoridades gubernamentales del momento. Lo que al final llegó, tal y como lo experimentó con antelación Gerardo Iniesta a través de los manuscritos que cayeron en sus manos, fue una colosal crisis no tanto económica como de explicación de la existencia, en el sentido que fracturó la sólida alianza de ésta con la necesidad en que se había fundamentado el, por otra parte inexplicable por los expertos, largo crecimiento económico que habíamos disfrutado en el ámbito económico occidental. Es por ello que Iniesta, gran lector y admirador de Jean Paul Sartre, le ha puesto a su nueva librería el nombre de La Nausea, en honor de la famosa novela del escritor francés. De uno de cuyos pasajes ha hecho un cuadro que preside la entrada de la librería. Dice así, “Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Creo que hay quienes han comprendido esto. Sólo que han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí. Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia; la contingencia no es una máscara, una apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia, la gratuidad perfecta. Todo es gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega a comprenderlo, se le revuelve el estómago y todo empieza a flotar, como la otra noche en el «Rendez-vous des Cheminots», eso es la Náusea...”  Si un ser necesario, al hacerse contingente por razones no previstas y ajenas a su voluntad, o rota la alianza que se creía indestructible entre su necesidad y la explicación de su existencia, no sabe a donde se dirigen los pasos de su vida cotidiana, entonces, cuando llega ese momento, ¿cómo afrontar el torrente de angustia que es capaz de producir quien no sabe explicar lo que de repente siente? ¿Cómo afrontar esa pérdida que siente de algo que nunca ha tenido? Lo que Gerardo Iglesias quiere, digamos en la trastienda de la librería papelería que regenta, es dar una oportunidad a las personas que no saben hablar de lo que sienten. Pues entiende que las angustias provenientes de la enfermedades del cuerpo que rompen abruptamente la explicación recíproca entre necesidad y existencia, anticipan o dejan ver cómo si de una radiografía se tratara, sin proponérselo, las enfermedades que rondan de forma amenazantemente al alma. Lo que quiere  Iniesta es darles lo necesario para que puedan restituir en sus vidas el orden perdido. No en el mismo plano en que se encontraba necesidad y explicación de la existencia en el orden antiguo, sino haciéndoles que comprendan que eso es precisamente la fuente de su angustia, pues necesidad y explicación de la existencia nunca pueden estar vinculadas, al menos en lo que respecta a la necesidad y existencia humanas, en el mismo plano. Aunque el conflicto, o el dilema, o la crisis, llámese como se quiera, aparezcan como un todo en el ámbito de lo visible, la restitución del orden perdido de manera irreversible se da en el ámbito de la imaginación o de lo invisible, con reglas y métodos distintos a los que han desencadenado la ruptura. Dicho de otra manera, no podemos pegar con loctite el trozo de la necesidad que, al desprenderse del conjunto, nos ha hecho contingentes y ha provocado que la alianza con la explicación de la existencia saltara hecha añicos por los aires. Gerardo Iniesta lo que pretende, en definitiva, es crear en la trastienda de La Nausea, las condiciones de posibilidad para que quienes asistan a sus clases y seminarios, aunque se encuentren pobremente pertrechados debido a los efectos no deseados de la ruptura de la alianza entre necesidad y la explicación de la existencia, puedan compartir una ética que les haga entender que las respuestas a su incomprensible catástrofe está en los otros, y que el consuelo de cada uno de ellos pasa por el de todos. Hacerles pensar sobre el sentimiento de pérdida de lo que nunca han tenido, es decir, no haber sabido explicar lo que sienten en la experiencia de la vida, siendo con esa explicación, que nunca será literal sino ficticia, mediante la que podrán restituir de nuevo el vínculo explicativo que une, ahora sí de manera indestructible, su condición de seres necesarios a la explicación de la existencia que lleven. Con otras palabras, Gerardo Iniesta pretende iniciar una nueva Paideia en unos tiempos de fracturas tan continúas como imprevisibles.