La ventaja principal de tener mucho dinero es que no tienes que preocuparte por tenerlo. Eso no siempre sucede así, pues todo el mundo sabe de la codicia insaciable de muchos multimillonarios. Sin embargo, a veces sucede el milagro y el compromiso de donar entre tantos codiciosos insaciables logra abrirse paso. Este el caso de Bill Gates y Warren Buffett que en su día lanzaron la iniciativa de convencer a multimillonarios norteamericanos para que dediquen su riqueza a la filantropía. Según cálculos de la revista Fortune con que las cuatrocientas fortunas estadounidenses más ricas donasen la mitad de sus bienes netos, se podría recaudar más de seiscientos mil millones de dólares para obras benéficas y sociales. George Lucas, el padre de las sagas de la Guerra de las Galaxias e Indiana Jones, es uno de los multimillonarios que se mostró interpelado por la llamada de Gates y Buffett. Su interés como donante, dijo en rueda de prensa, se centra en el mundo de la educación. Reproduzco un largo párrafo de sus declaraciones, “Los contadores de historias son profesores y comunicadores que hablan un lenguaje universal. Es lo que hicieron Homero, Platón y Aristóteles: utilizar la narrativa y el diálogo para educar, las historias bien contadas están basadas en la verdad y en la introspección, y un buen contador de historias es finalmente un maestro que utiliza el arte de contar para que la educación sea emocionalmente comprendida.” Hago un alto en la exposición de Lucas para compararla con otro párrafo de Werner Jaeger en su libro Paideia, y comprobar así el sutil hilo de coherencia y permanencia que tiene el hecho narrativo al atravesar los datos históricos, en su afán por mostrar la verdad inmutable de la condición humana. Dice así Jaeger, “Queremos mostrar ahora el elemento normativo en la estructura interna de la epopeya. Tenemos dos caminos para ello. Podemos examinar la forma entera de la epopeya, en su realidad completa y acabada, sin prestar atención alguna a los resultados y a los problemas del análisis científico de Homero; o engolfarnos en las dificultades, inextricables, que ofrece el espesor de las hipótesis relativas a su origen y nacimiento. Ambos procedimientos son malos. Tomaremos un camino medio.” George Lucas continúa así la explicación que avala su interés como donante centrado en el mundo de la educación, “Este es el objetivo de la educación, pero no se utiliza en demasiadas ocasiones de esta manera. Cuando yo estaba en el colegio, me sentía vacío, curioso pero muy aburrido. No era el mejor ambiente para aprender nada. Fui muy afortunado al encontrar mi camino y mi lenguaje. Es aterrador pensar que nuestro sistema educativo no es muy diferente de una enorme asamblea, donde producir títulos es el único objetivo. Una vez que reflexioné sobre los efectos de todo esto, promover el aprendizaje de la vida de forma activa, permanente y duradera se ha convertido en mi pasión. Creo en la escuela de aprendizaje artesana, basada en las cuestiones aristotélicas. Esta forma de compromiso data del principio de la vida humana y sigue siendo la mejor manera de hacer cosas. Tiene que haber una base universal, particularmente en educación, donde sea posible cumplir el deseo de todo educador de compartir su sabiduría.” Seguro que todos (padres, hijos, profesores y alumnos) disfrutaron y disfrutan con las películas de Lucas, pero, a tenor de cómo se compartan en el aula y en familia, a ninguno se le ha ocurrido pensar que están filmadas contra el conjunto del sistema de educación vigente, digamos, en el mundo occidental, al que yo sepa no están dispuestos a hacerle una enmienda a la totalidad. ¿Com salvar la grieta, cada vez más “sangrante”, entre esa forma de pensar la cultura que defiende Lucas y la forma de impartir la educación que defienden los padres y profesores ninja? No hay que dar muchas vueltas al asunto para llegar a la conclusión de que tanto al hijo de la compañera de Duarte, Daniel Antúnez, como a Marcos Casado (el inspirador de la obra de Remedios Zafra, el entusiasmo), tuvieron en su infancia unos padres y profesores que nunca fueron contadores de historias, seguramente por delegar en los especialistas irresponsables una función que solo a ellos les corresponde. ¿Valdría denominar a esas conductas ninja de los adultos actuales, practicadas sin ningún atisbo de mala fe, sino más bien con voluntad explícita de lo contrario, como una de las formas presentes de la corrupción de menores no punible?