viernes, 29 de junio de 2018

IDEAL O UTOPÍA

Gerardo Iniesta hace tiempo que lleva pensando que frente a los profesionales del mal, cuyo aprendizaje es celosamente cuidado y subvencionado en las escuelas de odio y fanatismo que para tal fin existen repartidas por el mundo, solo se oponen algunos aficionados del bien sin preparación y organización alguna. No tiene nada que ver con el maniqueísmo, me dice, sino más bien con un ideal universal de justicia (y del ejercicio de la libertad) que parece desaparecido de la faz de la tierra, o, al menos, que parece encubierto detrás de utopías generacionales que se presentan como nunca antes existentes o de perfil adánico. Así como los profesionales del mal siempre dirán a sus feligreses que lo que pretenden es hacer el bien, los aficionados del bien son estrictamente literalistas en sus declaraciones y nunca aceptarán algún rasgo del mal en sus declaraciones. De esta manera, únicamente acaban siendo buenistas. Tanto en un caso como en el otro, son formas de acomodarse en el mundo fruto del hábito de estar bajo el influjo de la misma y única lente, que solo enfoca hacia lo que se ve. ¿Qué les falta a los buenistas y a los profesionales del mal, que no dudan en adscribirse al nuevo optimismo de Pinker con el mismo entusiasmo de quien compra un décimo de lotería? Un ideal general, dice Iniesta, que está por encima de los particularísimos de las personas y las cosas, y que, paradójicamente, proviene de sus esencias. Cuando nadie se hace cargo de enseñar este ideal esencial, lo que aparece es la lucha a muerte entre los particularísimos que desgajados quedan fuera de toda órbita a la deriva. Es entonces cuando a cualquiera de esos particularismos le podemos llamar el bien y al otro el mal, o como nos pete en cada época. Todo dependerá ya de los oportunistas y de su propaganda avispada. Pero ya es lo mismo, son significantes vacíos destinados a precipitarse en el abismo del enfrentamiento perpetuo. Werner Jaeger nos advierte que ese ideal esencial es algo que forma parte del fundamento primordial de nuestra cultura occidental, y que únicamente se trataría de salir a su encuentro a corazón abierto e incorporarlo a nuestra maltrecha casuística de objetos no identificados colisionando unos contra otros en la vorágine mediática del presente. Y es que el mundo de lo esencial, por su densidad y profundidad, queda fuera del alcance de los medios digitales. Como dice José Luis Pardo, los medios digitales son la prueba de que existe en su exterior un mundo inimaginable, donde es posible tratar con las personas y experimentar las cosas. Las imágenes de los medios digitales no son, imaginan, apunta Pardo. Por su parte el escritor alemán, respecto a lo mismo, lo dice así en su obra Paideia, “La obra de Homero está en su totalidad inspirada por un pensamiento «filosófico» relativo a la naturaleza humana y a las leyes eternas del curso del mundo. No escapa a ella nada esencial de la vida humana. Considera el poeta todo acaecimiento particular a la luz de su conocimiento general de la esencia de las cosas. La preferencia de los griegos por la poesía gnómica, la tendencia a estimar cuanto ocurre de acuerdo con las normas más altas y a partir de premisas universales, el uso frecuente de ejemplos míticos, considerados como tipos e ideales imperativos, todos estos rasgos tienen su último origen en Homero. Ningún símbolo tan maravilloso de la concepción épica del hombre como la representación figurada del escudo de Aquiles tal como lo describe detalladamente la Ilíada” Gerardo Iniesta convocó a sus clientes y lectores el día 15 de abril de 2018, a las 20 horas, para la presentación del libro de Steven Pinker, en los sótanos de la librería La Naúsea. El acto lo organizó aprovechando la estancia del profesor Arias en la capital por asuntos de índole académico. En la mesa se sentaron el editor de la versión española de la obra de Pinker, el profesor Arias y Gerardo Iniesta. Hechas la presentación por el librero Iniesta, el editor justificó la necesidad del libro de Pinker en un momento histórico de fuerte predominio del cinismo y la decepción. Por su parte, el profesor Arias quiso destacar que “ninguna utopía de nuevo cuño podrá jamás resolver el problema fundamental de la creencia utópica: su convicción de que los seres humanos podrían converger alrededor de las mismas creencias, que habrán de mantenerse, además, alineadas de manera indefinida en el tiempo. La utopía contiene así su propio utopismo: el sueño de la unanimidad humana, la posibilidad de que una sociedad pueda organizarse a partir de un puñado de valores más o menos cerrados inmunes al cambio sobrevenido.” Fue en el turno de palabras cuando uno de los asistentes quiso hacer la diferencia que, a su entender, existe entre ideal y utopía. Entre la foto fija de la segunda y el instrumento para defender el bien (sic) del segundo.  Entre la vocación teleologica y colectivista de la segunda, y el carácter individual y pragmático del primero. La humanidad del ser humano no es algo que falte y tenga que venir de la mano de un espíritu sobresaliente, esta en la esencia de cada miembro de la especie. De lo que se trate es de que no se degrade en cada uno de nosotros, por qué se acabará degradando en toda la especie. El ideal es subjetivo y dinámico, buscando hacer comunidad crítica. La utopía es colectivista y estática, buscando hacer masas acríticas.