viernes, 16 de febrero de 2018

INFIERNO, INFIERNO, INFIERNO

¿Que es lo que primero se le puede pasar por cabeza a quien de forma entusiasta se engancha al viaje en twiter, #Dante2018, para leer la Divina Comedia? ¿Qué puede significar este viaje medieval para unos twiteros acostumbrados, aunque nada más sea de oídas, a los más extravagantes de los periplos de hoy en dia? A cuya nómina hay añadir, como no, el que está imaginando Elon Musk con destino a Marte. Pienso que en la imaginación del viajero actual cabe cualquier cosa menos la necesidad de reconocer el orden de su ser, que su pensamiento moderno, al que está adscrito de manera irrenunciable, se empeña en hacerle creer que no existe. Conversar con Dante, pienso yo, debería ser el intento de reconocer el orden positivamente religioso de los sueños y del espíritu de quien hoy ha tomado esa osada y creativa decisión. ¿Lo puede admitir ese “Estoy la última, que es lo mismo que decir que estoy a la moda o estoy en la vanguardia”,  todo ello santo y seña del Yo Listillo Moderno? Mira que no paran de advertírselo las preocupaciones que muestran en sus escritos filósofos y literatos, incluso antes de que toda esa muchedumbre se arracimara como una lapa alrededor de los artificios de las redes sociales, “vienes al mundo para saber por qué vienes al mundo, pero eso tiene un peligro, que si tu “Yo Listillo Moderno” trata de entender (literalmente) la vida, es casi seguro que lo convierta todo en una fiesta. Ahí precisamente estamos, cuando vas y se te ocurre engancharte a leer en twiter la Divina Comedia de Dante”. ¿Honestamente, crees que estás en condiciones de asistir a esta nueva fiesta?


En el primer capitulo de su libro “En los oscuros lugares del saber”, Peter Kingsley escribe algo que me sigue pareciendo un misterio, que se hace más oscuro e inabarcable, si cabe, al compararlo con la ligereza con que se acercan los twiteros dantescos a la Divina Comedia, si me atengo a sus breves twits que, dentro de la lógica que impone el artificio, dejan ver al respecto. Dice así Kingsley: “si tienes suerte, lector, en algún momento de tu existencia te encontrarás en un callejón sin ninguna salida. O para decirlo de otra manera: si tienes suerte, llegarás a una encrucijada y verás que el camino de la izquierda te lleva al infierno, que el camino de la derecha lleva al infierno, que la carretera que tienes delante lleva al infierno y que, si intentas dar la vuelta, terminarás en un completo infierno. Todos los caminos te llevan al infierno y no hay escapatoria, no tienes alternativa. Nada puede ya satisfacerte. En ese momento, si estás preparado, empezarás a descubrir dentro de ti lo que siempre has deseado y nunca has podido encontrar”. Me atrevería a decir que es el sentimiento que, no de una forma simultánea pero si diacrónica ni con igual intensidad en cada caso individual o colectivo, domina la existencia actual de quienes circulan sin parar de un lado para otro dentro de un trajín que parece no tener principio ni final, únicamente presente. El que todo el mundo se afane por transmitir el sentimiento contrario, a saber, que vivimos en un mundo que se parece a un gimnasio donde, con un buen entrenamiento, todo tiene arreglo y explicación, y que, por lo tanto, no hay nada por lo que preocuparse pues nuestro destino final es, para hablar en clave dantesca, el cielo. Siempre hablan de entrenamiento nunca de miedo o de dolor. Ninguno de los temores, que han acompañado durante siglos a nuestros antepasados en sus desplazamientos físicos o mentales, parece que formen parte de la herencia recibida por los twiteros dantescos o de lo que sea el gancho, al que de repente les surge la necesidad de engancharse. Otorguemos, sin más demora, a los enganchados de toda laya y condición el honorable título de ser epítome honorable de lo que hoy significa viajar, ya sea de forma física o mental. Pues, volviendo con los enganchados de la Divina Comedia, no demuestran temor alguno a irse con Dante para nada, o a “morir” en el intento, o a dejar el enganche solo por cansancio, o porque el viaje de Dante los pueda vencer poniéndolos delante de su auténtica naturaleza. Nada hay en sus breves palabras que haga sospechar algo parecido a eso. Solo, a veces, algunos de los twiteros muestran un leve entusiasmo por “experimentar” cómo llegar con palabras antiguas al cielo. Tenga eso que ver, tal vez, con el hecho de darle cancha a su morbo comparativo respecto a como han llegado ellos, con sus palabras de hoy, a lo que creen que es el paraíso moderno. Dante se mueve en una verticalidad ascendente, que va del infierno al cielo pasando antes por el purgatorio. Busca alcanzar desde la vulgaridad de la vida humana la excelencia divina. Sin embargo, los twiteros no abandonan, ni quieren hacerlo, el infierno en que se transforma la horizontalidad de lo igual donde habitan. Sigan, o no, los pasos del gancho de turno.