miércoles, 14 de febrero de 2018

#DANTE2018

Sin vacío ni silencio no hay filosofía ni literatura.  O dicho con las palabras de San Juan en su Apocalipsis: “No temas por lo que vas sufrir en el encuentro contigo mismo.” Estaba cenando con unos amigos cuando, de repente, uno de ellos va y nos dice, henchido de satisfacción y buscando nuestro reconocimiento antes que nuestra complicidad, que desde principios de año se encuentra enganchado a la lectura de la Divina Comedia, de Dante Alighieri. No sé si el reconocimiento, desde luego podría asegurar que no la complicidad, pero lo que sí consiguió a tenor de los rostros de quienes en ese momento compartíamos la mesa con él, fue el desconcierto más absoluto. Todos menos una, que casualmente se encontraba a mi lado, que no mostró ningún gesto significativo, únicamente le preguntó, dejando pasar los 15 segundos de fama que el menda consideró que se merecía, ¿cómo que estás enganchado? No dijo, como que estas enganchado a la Divina Comedia, solo quiso subrayar el acto de engancharse como algo significativo en sí mismo, independientemente del gancho. Fue entonces cuando el menda desplegó todos sus encantos. La cosa surgió, dijo, cuando nada más volver de vacaciones descubrí vía Twitter que alguien proponía hacer una lectura a través del artificio twitero de la obra magna de la Edad Media. El procedimiento consistía en leer los tercetos encadenados de la obra de Dante, cuántos había que leer en cada ocasión era una iniciativa que se reservaba el inventor del evento, e ir comentándolos en los respectivos twiters que cada cual tuviera a bien enviar, claro está, si le petaba o tenía tiempo, valga la redundancia. Otro de los asistentes a la cena se opuso a la iniciativa con delicadeza, argumentando que la alta exigencia que demandaba la Divina Comedia al lector moderno no se adaptaba, sin banalizar el intento, al formato de Twitter. El resto de los asistentes hasta ocho no dijo ni fu ni fa, lo que aprovechó el enganchado, dado que eran mayoría, para hacer proselitismo de su audaz decisión nada más comenzar el año entrante. Ni corto ni perezoso se levantó y fue a por su ordenador para que visualizáramos como el asunto había alcanzado la categoría suprema: se había hecho viral. O dicho de otra manera, la iniciativa original de un señor desde la Argentina, creo recordar, había entrado de lleno en el ámbito del espectáculo. Tampoco hace falta que insista en qué consiste el espectáculo en una carpa como Twitter.


Ahora bien si me atengo a la otra parte de la iniciativa, a saber, leer la Divina Comedia, y siguiendo las palabras de quien mostró su disconformidad en la mesa misma de la cena, ¿puede madurar tal idea, osada y creativa, si se comunica mediante el artificio de Twitter, uno más de los que forman nuestra artificiosa vida moderna? Twitter (el artificio) garantiza a los twiteros que pueden hacer lo que quieren (léase cómo se expresaban la multitud que apareció en la pantalla de nuestro amigo enganchado), pero como campo de acción de la conversación entre las diferentes lecturas no garantiza que puedan querer o amar lo que hacen, en este caso leer la Divina Comedia de Dante (la obra de Arte). Más bien, lo que propicia es que haya tantas Divinas Comedias como lectores (multitud en este caso), no tantas lecturas como lectores de la impar obra de Dante, que es algo muy distinto.  Falta algo. Lo que Martel llama en su obra “Vindicación del arte en la época del artificio” (mencionado en este blog en varias ocasiones) el proceso de individuación en el Arte, que lo diferencia del individualismo refugiado tras las murallas del artificio. Pues como también dice Martel, de acuerdo con San Juan, no hay nada a lo que tenga más miedo el Yo Moderno que a perder el control de sí mismo y volcarse en lo otro.