De lo que se trata es de no leer Sukkwan Island
pertrechado con la logomaquia de la psiquiatría y demás disciplinas especializadas en "cazar y catalogar" piezas como Jim. Sin duda esto es fácil, lo mas fácil, y también lo que proporciona una mayor e inmediata gratificación lectora. La lectura como una forma gratuita de desahogo. Pero yo me pregunto, ¿qué culpa tiene la lectura y la literatura? ¿No hay otras maneras de desahogarse? En fin, pienso que por ahí poca cosa más se puede conseguir, a parte de constatar el escaso interés que ello tiene en términos estrictamente literarios y narrativos. Por contra, recomiendo prestar mucha atención a la pregunta: ¿he sido capaz de sentir compasión por Jim en algún momento de mi lectura?
Transcribo la definición de wikipedia: “La compasión (del latín cumpassio, calco semántico o traducción del vocablo griego συμπάθεια (sympathia), palabra compuesta de συν πάσχω + = συμπάσχω, literalmente "sufrir juntos", "tratar con emociones ...", simpatía) es un sentimiento humano que se manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser. Más intensa que la empatía, la compasión describe el entendimiento del estado emocional de otro, y es con frecuencia combinada con un deseo de aliviar o reducir sufrimiento”.
La compasión al leer es el sentimiento más radical para llegar a conocer y reconocer al otro, como tal otro, libre de la violencia o las maldiciones que le podamos echar encima por ser así otro, y en nuestros caso, ser como es Jim. La compasión es, en definitiva, la forma más radical de conocernos y reconocernos a nosotros mismos. Para eso leemos. Si no fuera así hay que dar por supuesta en ese lector (él, ahora sí, un cazador despiadado) la falta de sintonía con la vida, representada en la novela como una estructura del carácter y la sensibilidad extrema de los personajes.
A cualquiera que haya sentido la manera en que los seres humanos nos agarramos a la existencia, el pánico mortal que nos atraviesa a todos, la desesperación y la angustia de supervivencia, estará de acuerdo conmigo que resulta imposible imaginar respuestas concluyentes y condenatorias por sus conductas, ni descerrajarle “un tiro” hasta arrancar a Jim el hálito, simplemente por diversión o por la impunidad que tiene el hecho de que al leer nadie nos vigila.