martes, 23 de febrero de 2016

¿ES "SUKKWAN ISLAND" UN RELATO ARBITRARIO?

¿Por qué no se va Jim, acompañado de su hijo Roy, digamos, a un balneario Spa, de esos que tienen de todo? Ahí, sin duda, tendría más posibilidades de reconciliarse con su vástago y mantener largas conversaciones con su mujer Rhoda, para intentar arreglar lo suyo. Y, porque no, si se tercia, tirarse a alguna camarera, que este semental incontrovertible no puede perder ninguna  ocasión que se le ponga a tiro. ¿Por qué Jim se va una isla sin dios ni rey, sin dignidad ni gobierno?

No es, a mi entender, una voz omnisciente la que parece estar al frente de la narración. Entendiendo por omnisciente ese ser que sabe todo de todos siempre y en cualquier lugar, y, por supuesto, todo de él mismo. No lo es porque Dios (o algunos de sus imitadores) no es tan humilde como para estar tan cerca de sus criaturas, y menos aun una vez que los ha expulsado del paraíso a esa isla inhóspita e infernal. Si no es Dios, ni nadie que se le parezca, ni nadie que hayamos escuchado antes, ¿quien, y para qué, sigue a estos benditos rumbo a lo peor, fracasando una vez, fracasando otra vez de peor manera que la anterior, como si tuviera una cámara en el hombro, sin asomo de piedad, ni de  compasión? Y quien sea, ¿hace la función de una cámara con la que los personajes se miran, al igual que esos reportajes del programa al filo de lo imposible? 

Es alguien diferente. Es quien se encarga, con solvencia, de contener y dominar a ese huracán – trenzado de forma magistral con lo meteorológico y lo simbólico como principal estrategia narrativa - que se cierne de forma permanente sobre las vidas de los dos protagonistas. Probablemente cuesta saber, con esa concreción a la que estamos acostumbrados, quien es quien habla cuando no hablan Jim y Roy. Esa es la principal dificultad de adaptación en el momento de leer la novela. Voy leyendo, así, con la duda de no saber con total certeza quien es esa voz no identificada, pero dejándome llevar por la confianza que me proporciona comprobar linea a linea, página a página, que toda aquella intensidad que siento hay detrás del lenguaje que utiliza, es su lenguaje mismo quien la controla, quien la mantiene a raya. Ya que si no estuviera él todo se desbordaría. Porque es tan poderosa la intensidad de lo que dice, repito, la intensidad no lo que dice, que siento que todo está a punto de hundirse en cualquier momento. ¿Es lícito pensar que esa intensidad sea fruto no sólo de una técnica u otra, de elegir un narrador u otro? ¿Es concebible imaginar que esa intensidad es anterior a esas posibles técnicas, que está ahí desde siempre y que el autor ha sabido ver su importancia e influencia en el mundo ensimismado que habitamos? ¿Y qué, mediante la estrategia combinada de sus narradores (en la primera parte pegado a Roy, y en la segunda a Jim), nos la muestra ahora para que la sintamos y la comprendamos a su lado? No sé certeramente quien es ese alguien, pero siento que la tensa perspectiva que desvela con su mirada me envuelve sin remedio, aunque tanta tensión no lo hace olvidarse de abrir un resquicio donde pueda respirar y conmoverme. Y yo que tengo a mano, como el gelocatil para la jaqueca, la aguja de hielo para el corazón, compruebo que ahí, dentro de ese vertiginoso huracán se puede pensar. Lo cual me permite ir aprendiendo y sabiendo, mientras noto que todo puede desaparecer en cualquier momento. Eso me parece importante. Deduzco así que esta intensidad apabullante que nos rodea, que el narrador está intentando contener, ordenar y otorgarle sentido, no viene, digamos, de las cuitas del tiempo presente que les ha tocado vivir a los protagonistas: que si me separo o no, que si mi hijo me quiere o no, que me gustan todas la mujeres y no puedo vivir sin desear tirarme a una diferente cada día, que si me reconcilio con mi mujer o no, que si tal y tal, pascual. Para eso, ya digo, mucho mejor un balneario o una casa rural. Ni tampoco surge, literalmente, del espantoso tiempo atmosférico de la isla.

¿A qué ha ido, entonces, Jim a la isla de Sukkwan? ¿Por qué arrastra a su hijo Roy a su lado? A encontrase con su destino, mejor dicho aún, a fundirse con él. Con las fuerzas mas grandes que uno nunca, inmerso de lleno en la paz psicótica de la civilización, es capaz de imaginar, fuerzas ciegas, indomables e incontroladas. Él, Jim, que le quedan pocos atisbos de lucidez. Él, Jim, que esta perdiendo la razón, o la ha perdido ya. Va a zambullirse en la sinrazón como su última morada, que siempre ha estado presente y siempre amenazante a su lado. A nuestro lado. Ha acumulado alimentos para dar de comer a un regimiento de infantería durante tres inviernos seguidos, pero no ha hecho nada por acercarse y entender a su hijo, que era la razón fundamental que lo ha llevado a la isla. Y la radio nunca funciona bien. Y es un inútil trabajando con las manos. No ha ido Jim ni siquiera a morir dignamente, como lo hacen los elefantes o los esquimales del polo norte. ¿Por qué no ha puesto  en marcha cualquiera otra solución, que seguro tiene a mano en donde vive? Por ejemplo, alcohol más pastillas, psiquiatra. Bares que lugares, prostíbulos, amantes. ¿O por qué no se quita de en medio en el garaje de su casa, pongamos, colgándose de la viga travesera mas sólida? Y asunto concluido, claro está, a la manera que ya sabemos que se concluyen estos asuntos en nuestra querida civilización. Otra novela: ciertamente. Entonces, ¿la que estamos leyendo es necesaria? ¿Para qué? ¿Es una arbitrariedad más o deja una huella imborrable o de algún otro tipo en el lector? ¿Necesitamos mas preparación, digamos, psicológica o de otra índole antes de toparnos con lo que hace Roy? ¿Hacía falta llegar a eso?¿Echamos en falta saber, dentro del ámbito y el ambiente de la cabaña, algo más del matrimonio que forman Jim y Rhoda? ¿O nos valen los constantes desatinos con los que Jim acorrala a Roy hasta la desesperación?