miércoles, 24 de febrero de 2016

¿CUÁL ES NUESTRA PREGUNTA?

No es para contestarse a esas preguntas, que se supone lo acogotan, por lo que Jim se pone en camino hacia Sukkwan Island. No es para contestarnos a esas mismas preguntas, que se supone tenemos pendientes de responder, por lo que nosotros decidimos acompañarlo, si es que lo hacemos. No es para eso, para entendernos, que hacen los urbanitas ahítos de estrés laboral y del otro, y que sale tanto en las películas. Eso de irse a una cabaña al lado de un lago para reflexionar durante un tiempo, y tal. Ni eso otro de irse un fin de semana al campo para desconectar del mismo hartazgo de todo. Dicho así, como coloquialmente quiere decirse y que así se oiga, aunque intuyo que se quiere contar otra cosa. Nunca he logrado saber que es eso de desconectarse. Desconectarse de qué y de quien, y para qué. 

No hemos iniciado este trágico periplo para eso, ni debemos hacerlo con el manto protector de esas frases hechas y lugares comunes que circulan dentro de nosotros como una segunda corriente sanguínea, sino para que - en el silencio del lugar donde creemos que nunca pasa nada, mejor dicho, donde solo existe el gobierno implacable e indiferente de la naturaleza, bajo cuyo férreo domino suenan las cosas, las palabras y las personas más el eco de las cosas, las palabras y las personas, como nunca antes las habíamos escuchado - todos: lector, narrador y protagonistas, descubramos cuál es nuestra pregunta. Y, ¿qué descubrimos inmersos, atrapados dentro del "vendaval de peligros" que existen en la isla? ¿Qué toda la palabrería que hemos inventado para comunicarnos y protegernos suena ahí, se oye ahí, se siente ahí como una colosal impostura? ¿Qué sólo hablamos para ocultar la verdad? ¿Qué lo que descubrimos nos dice lo que somos a partir de lo que hemos negado? ¿Qué mejor, entonces, no decir nada, no leer nada, no escribir nada y no moverse de casa? Hogar dulce hogar. 

En fin, Walter Benjamim lo expuso de una manera estremecedora: toda civilización no es otra cosa que una de las formas que adquiere la barbarie. No esta nada mal descubrir, sentir y entender esto en la isla literaria de Sukkwan. Si hemos estado atentos, el viaje habrá servido, con el sacrificio absurdo de Roy incluido, para descubrir, sobre todo, cuál es nuestra íntima y transitiva pregunta. Mejor así, con la aguja de hielo prendida en el corazón. Antes que con el corazón hecho añicos por la vorágine de la ciudad real donde sobrevivimos.