En una cultura donde la construcción de los sentimientos, el sentir con sentido, ha sido eliminada por prohibición directa a través de la obligación de ser optimistas y guais las 24 horas del día todos los días del año, acaban por dominar el imaginario común y particular "Los Bobos Emocionales Técnicamente Competentes" (BETC), que niegan la experiencia individual del sentir y pensar, adscritos como están a las necesidades empíricas de su supervivencia colectiva.
Si les oigo decir, por poner un ejemplo, que lo público tiene un propósito final de justicia incuestionable y, por tanto, bueno y verdadero por ser público, me pregunto, ¿no es lo público, antes que un instrumento político, una experiencia individual de su pensamiento, cada vez distinta cuando lo dicen, y que se produce en su conciencia legitimada por su propia manera de usar el lenguaje? Los BETC responden que no, que eso de las implicaciones individuales del uso lenguaje es una paparrucha de gente desorientada, que lo importante es el número de veces que se diga en voz alta "lo público es lo más justo y lo verdadero" delante de una pantalla o en las reuniones sociales. Una manera de ocultar que en esencia no saben que es lo público, aunque lo que si quieren es que la idea de lo público, que pertenece a todos, esté siempre de su lado. Los BETC con lo suyo siguen el ejemplo de los del Vaticano, que han hecho del pecado y la absolución un negocio para tener a Dios siempre a su favor.
¿No piensan nunca que hablar así como ellos hablan es lo propio de una conciencia acusmática - como las voces de los contestadores telefónicos - que ni siente ni padece, ni tiene que ver con su supuesta fortaleza, ya que ocurra lo que ocurra y le digas lo que le digas siempre te habla de la misma manera y con las mismas palabras? Es el Lenguaje Máquina tan habitual y querido entre los BETC. ¿No piensan que hablar sobre lo público, o sobre lo que sea, es un acto de responsabilidad únicamente individual que va íntimamente ligado al pensamiento igualmente individual que hay detrás de lo que se habla? ¿No piensan, en fin, que el pensar no es un atributo propio de las masas o los colectivos de cualquier fe, lo cual no quita para que podamos compartir los pensamientos individuales realmente existentes, lo único auténticamente posible?
Para sentir eso, para tener la experiencia individual del pensamiento y del lenguaje, sean los que fueren, para saber lo que acontece en el interior de su mente y de su conciencia con lo que piensan, y lo mismo en las de cada uno de los otros con quienes comparten esa experiencia del pensamiento, para dejar de ser conciencias acusmáticas parlantes, en fin, para empezar a pensar por sí mismos, los BETC deberían desprenderse de las necesidades urgentes de salvación y seguridad. Lo que se conoce como el desaprender lo inútilmente aprendido.
Cuando al pensamiento se le instrumentaliza, tal y como lo hacen los BETC, con el único propósito de que sus deseos coincidan con la realidad que les rodea, sencillamente el pensamiento no comparece. Sin embargo, no podemos negar la creencia general de que es verdadera la vida atada al trabajo, al matrimonio y a las obligaciones sociales. Lo que significa férreamente atada a esos lenguajes que la conforman, entre los que cada vez existen menos vestigios del lenguaje de lo no evidente, es decir, de lo que queda fuera de esa creencia laboral, familiar y social. Entonces, ¿cómo salir de esas creencias en que nos meten nada más nacer como si fueran verdades incuestionables? ¿No estudiando, no trabajando, no casándonos, no teniendo hijos ni amigos? Salimos dando el salto hacia el ámbito de la conversación creativa, para renovar nuestra toma de conciencia en el mundo.
Si no podemos vivir sin creer literalmente en la verdad de algún asilo protector: llámese entusiasmo, optimismo, convicción, nihilismo, llámese como se llame, la cuestión a tener en cuenta estará en el demasiado tiempo que pasemos ahí dentro creyendo. Y en el por qué de esa fe ciega. Es decir, en preguntarnos por el respeto que tenemos hacia nosotros mismos ante un uso abusivo del lenguaje máquina, que en la época super tecnológica que vivimos se ha apoderado de todas las creencias que ofrecen los asilos protectores, y que ha acabado por embobarnos emocionalmente sin remedio.
Por lo demás, todos los personajes que nos inventemos honradamente, sin herir demasiado a los demás, para sobreponernos, incluso siendo felices, a la precariedad de nuestra vida cotidiana, y a sus trampas y amenazas, me parecen bien.