viernes, 26 de febrero de 2016

A PROPÓSITO DEL ANIMAL EN QUE SE CONVIERTE JIM EN "SUKKWAN ISLAND"

¿Es suficiente con partir de nuestra realidad, en el caso de que sepamos cual es, para abordar la peripecia vital de Jim? ¿Nos hace falta partir de otra realidad, digamos, menos enajenada que en la que sobrevivimos? ¿Tenemos, por tanto, que revolucionar el mundo? ¿O, al fin y al cabo, esa realidad especial no puede ser otra que la que tenemos, pero concebida, ahora, de manera radicalmente distinta? Para entendernos, puesta de otra manera delante del espejo. Donde poder hacer mas compatible mito y realidad, nuestros delirios y una mejor y precisa manera de percibirlos y representarlos. La literalidad con que miramos y nos relacionamos con el mundo mata, y nos mata, pero la ceguera que la acompaña nos impide ver de otra manera. Ahí nos encontramos.

A próposito del animal en que se convierte el personaje de Jim en la novela Sukkwan Island, y en el que potencialmente nos podemos convertir todos, les remito a John Gray y su libro "El silencio de los animales" . Dos de sus párrafos los transcribo directamente, dado, a mi entender, el interés que pueden suscitar para intentar comprender al ser humano que, a pesar de todo, no deja de ser Jim, después de colmar nuestra comprensible satisfacción porque se lo acabe tragando el mar. ¿Lo hacemos por qué es lo que se merece, una vez que se ha convertido en un animal despreciable? O, ¿por qué ha traicionado la lealtad tácita a los logros de la evolución de nuestra especie? Un mundo ilustrado, y, como no, civilizado, donde la animalidad pensamos que ha quedado definitivamente erradicada. Traición a ese mundo y a los atributos irrenunciables que lo acompañan, fundamentalmente tres: libertad, igualdad, fraternidad. 

"Los humanistas de hoy, que afirman tener una forma de ver las cosas totalmente secular, se mofan del misticismo y de la religión, pero la condición única de los humanos es difícil de defender, e incluso de entender, cuando no viene acompañada de la idea de la transcendencia. Desde un punto de vista estrictamente naturalista - uno en el que el mundo se entienda en sus propios términos, sin referencia a ningún creador o reino espiritual -, no hay una jerarquía de valores en la que los seres humanos se encuentren cerca de la cima. Simplemente hay animales variopintos, cada uno de ellos con sus propias necesidades. La unicidad humana es un mito heredado de la religión que los humanistas han reciclado como ciencia.

La hostilidad de los humanistas hacia los mitos es reveladora, puesto que si hay algo común en los seres humanos es la propia creación de mitos. Todas las culturas humanas están animadas en cierta medida por un mito, mientras que nada similar tiene lugar entre los otros animales. Los humanistas están también poseídos por mitos, aunque los mitos que los poseen no tienen nada de la belleza o de la sabiduría de aquellos mitos que ellos mismos desprecian. La idea de que los seres humanos pueden utilizar la razón para elevarse sobre el mundo natural, que en Sócrates y Platón formaba parte de la filosofía mística, se ha renovado en una versión embrollada del lenguaje de la evolución".