sábado, 19 de diciembre de 2015

LEER ES ENTRAR EN ESE OTRO MUNDO QUE SIGNIFICA "LA CRIPTA DE INVIERNO"

Pero no para quedarnos callados o para que nos dejen callados. No para contabilizar, medir, juzgar, sentenciar, acumular. No para darnos a la adicción de permanecer instalados e integrados en este mundo donde estamos y desde donde partimos. No para seguir con el cerebro convenientemente vacío (o ahíto de información, que viene a producir los mismos efectos de vaciedad ensordecedora) y el corazón hecho un nudo, bloqueado. Todos sabemos que únicamente así es como se puede sobrevivir instalado e integrado, en este mundo de nuestras alegrías y nuestros pecados. Pero no se puede leer.

Leer es entrar en ese otro mundo que significa "La cripta de invierno" no dispuestos a buscar. Ni con la intención, por tanto, de apropiarse de lo que se consiga. No. Leer es entrar en ese otro mundo de "la cripta de invierno" dispuestos a encontrar. ¿Qué? Las palabras nunca antes dichas, ni oídas. ¿A quien? A los personajes que son competentes para decirlas, porque pertenecen a ese mundo. Mejor dicho, porque él pertenece a ellos. A su forma de aparecer, a la entonación de su forma de hablar, y, sobre todo, a las sombras que acompañan a aquellas palabras nada más que son pronunciadas por estos personajes. Al inquietante silencio que acompaña a todo ello. Dispuestos a encontrar, y a relacionarnos, con el asombro y la perplejidad que nos producen su lectura. A encontrarnos, y a conocer, a ese Otro, que ya no es el Yo que entró en este mundo de demoliciones y pérdidas.

Leer así significa hablar, escribir. En fin, tomar la palabra. Como digo, no la palabra que contabiliza, ni la que mide, ni la que juzga, ni la que sentencia, ni la que acumula. Es decir, la palabra con la que el lector construye su cuerpo teórico o ideológico. No. Ha de ser la palabra que nos acucia el sentir antes de que ese cuerpo teórico o ideológico se apodere del acto de nuestra lectura. La palabra que luego nos impulse a ligar cosas perdidas. Como el niño que ligaba cosas con cuerdas porque su madre había desaparecido. La palabra que nos proporcione sentido. La palabra que nos hará competentes para enfrentarnos a sucesos fundamentales, cuando nos incorporemos al mundo donde sobrevivimos. Al dolor, a la pérdida, a la separación, en fin, a la muerte.

Las palabras de "la cripta de invierno" no se pueden ver, ni leer, desde la claridad gerencial de los expertos o desde el Dogma de la ideología.
Las palabras de "la cripta de invierno" se ven y se leen solo mediante distorsión. Hay que “mancharse las manos” al leer sus páginas. Y no salir aupados por encima del mundo, por haberlo interpretado: ¡qué listo soy!, se de que va esto. Ni soplando como pequeños dioses sobre él: ¡qué poder tengo!, todo ese mundo de Avery, Jean, Lucjan,...cabe en el Dogma de mi ideología. O aburridos hasta las trancas: ¡qué pestiño tan indigerible!

Al leer, así "manchados", "la cripta de invierno", saldremos más cargados de mundo que antes. Quiero decir: volveremos a nuestro mundo con ese mundo de Anne Michaels en las manos. Por eso necesitamos, conmovidos, compartir el hallazgo.