¿Qué sentido tiene leer hoy la novela de Lev Tolstoi? ¿Qué sentido tiene hoy fijarnos en la muerte, cuando la vida pide a gritos que alguien se encargue de ella, ya que cada vez resulta menos inteligible nuestro destino? En fin, ¿qué sentido tiene colar en la vida de un lector el libro del autor ruso, entre tantos libros dedicados a la autoayuda que proliferan y que estan reclamando su atención porponiéndole un fin a la existencia distinto del de la muerte? Sin embargo, aunque parezca una boutade no lo es: “La muerte de Ivan Ilich” es uno de los mejores libros de autoayuda que siempre tendremos a nuestra disposición mientras estemos vivos, si es que llegamos a saber qué significa eso. Veamos.
Primero la puesta en escena. Imaginemos que recibimos una invitación de una narrador no identificado para asistir al velatorio de cuerpo presente del ciudadano Ivan Ilich. Al lado de los familiares y amigos del finado, el narrador dice en su carta que nos reserva un sitio indeterminado desde el que poder escuchar la vida de quien acaba de morir, y que, una vez que nos coloquemos, se dispone a contarnos. El lugar es indeterminado – dice el narrador en la invitación - debido a la esencia misma de la propia ceremonia a la que nos invita.
Frente a la muerte y el pensamiento que le acompaña sobre nuestra insignificancia - continua el narrador - normalmente el ser humano ha ocupado tres lugares desde donde relacionarse con semejante presencia. El primero y el más habitado es el de la indiferencia. Lo que significa mirar para otro lado y continuar viviendo como si fueran inmortales. Todo lo más, en algún momento de flaqueza o debilidad, firman un seguro de vida o de enfermedad, o algún plan de jubilación. Su lema favorito es: aquí no hemos venido para sufrir. El segundo – no dispongo de un censo fiable de sus inquilinos – es el que ocupan quienes no pudiendo distraer la idea de la muerte y de la insignificancia de la vida, tratan de superarla, como si fuera una enfermedad, con recetas de todo tipo. A este grupo pertenecen los que acuden a los libros de autoayuda antes mencionados. Siendo los profesionales de las ciencias empíricas y los divulgadores de las filosofías positivistas sus autores de culto. Sus lemas favoritos son diversos, aunque en todos se repiten las palabras “vida saludable”. El tercer lugar es el ocupan aquellos que se enfrentan a la muerte como lo que es, como el acontecimiento definitivo de la vida, sin aspavientos ni alharacas, tratando de penetrar en su misterio, sin dominarlo. Su lema favorito es poner toda la atención y concentración para contemplar el acto más prodigioso de nuestra existencia: la vida y la muerte mostrándose en su inseparable necesidad mutua. Este es el lugar en el que le recomiendo se sitúe – dice el narrador en su invitación -, ya que es desde donde se va a hacer presente como verdadero lector, y desde donde mejor va a escuchar, y entender, la historia que le quiero contar. Suyo afectuoso. El narrador de “La muerte de Ivan Ilich”.