jueves, 31 de mayo de 2018

INCENTIVOS PERVERSOS

La fiesta del postfranquismo trajo en el ámbito de la educación las actividades extra escolares. Como las familias empezaron a disponer de más dinero al trabajar el hombre y la mujer - muchas de estas familias se las conoce hoy, según los parámetros de la economía financiera que las hizo emerger, con el nombre de familias ninjas (no income, no job, no assets) -, lo que suponía tener menos tiempo para dedicarse al cuidado de sus vástagos, empezaron a reclamar actividades que ocuparan las horas posteriores a la salida de la escuela hasta que ellos pasaran a recogerlos. La familia ninja, por decirlo así, es lo que queda después de la desaparición de las bases del capitalismo calvinista apoyadas en sus tres columnas de mármol de carrara: esfuerzo, trabajo y ahorro. Es, también, el correlato necesario que permite entender toda esta debacle que se nos ha echado encima. Al estar fuera de las férreas exigencias que, con guante de seda, impone el sistema educativo vigente, las actividades extra escolares se dedican, amparadas en ese papel de segundón que padres y profesores ninja le permiten, a iniciar a los alumnos en las mañas de la creatividad. Pues la proverbial indolencia del cuerpo docente ante el ideal educativo democrático y su puesta en práctica en una sociedad diversa, coloca a sus miembros dentro del ámbito de influencia del efecto ninja aunque sus parámetros de identidad sean justo lo contrario, a saber, son trabajadores con ingresos, con trabajo, con activos. Con ello pretenden amortiguar, en esto padres y profesores ninja están sin grietas de acuerdo, el efecto pernicioso que tiene el fracaso escolar en sus hijos y alumnos y, por ende, en la apariencia de la unidad familiar y educativa. El caso es que los discentes están  deseando que acabe el horario lectivo, par empezar el horario creativo, todo lo cual hace que sus jornadas escolares sean interminables, aumentando así el nivel de estrés en sus frágiles e inexpertas psiques. Algo que se ha notado, por ejemplo, en el aumento de locales públicos, sobre todo restaurantes y hoteles, que, paradójicamente, han ido permitiendo en sus recintos la entrada de animales domésticos y negando el paso a las familias ninja con niños, debido, según dicen los gerentes que velan por la salud y el progreso de sus negocios, al aumento de la responsabilidad de los dueños de los primeros y a la despreocupación absoluta de los dueños de los segundos mientras están dentro. A pesar de la notoria capacidad para mirar hacia otro lado que han desarrollado las familias y los docentes ninjas, mediante un habilidoso haz de trucos - los mismos que necesitan para abastecer la falta de honradez y la traición cotidiana con las que ellos viven consigo mismos y entre los suyos - que les permite pasar por alto los problemas enquistados de la educación de sus hijos y alumnos desde hace más de cuarenta años, sin embargo, no pueden evitar los efectos no deseados de esa estimulación precoz de las potencias creativas que las actividades extra escolares esta produciendo en sus vástagos y discípulos. En primera instancia en el aula, que cada mañana se convierte en una jaula para el alumno que hace tan solo unas horas ha experimentado en la actividad extra escolar que haya elegido la llamada incipiente de la creación artística. Ante esta excitación indomable al docente no se le ocurre otra cosa que sacar al alumno fuera del aula, pues piensa que son sus cuatro paredes las culpables del colosal desasosiego de sus alumnos. En segundo lugar en el hogar del alumno, pues los padres culpabilizan, a su vez, del aburrimiento irritante de sus hijos a la escasez de actividades que el maestro les propone durante el tiempo que permanecen en la escuela. Como puedes ver el síndrome de la caza y captura del culpable - tan querido y practicado por las familias y docentes ninjas - se cierne implacable como un ave de rapiña sobre los asuntos de la educación actual. Los padres culpan a los docentes y estos a la tradición educativa cuyo campo de acción nunca abandona el aula. Cabe la posibilidad de que en las reuniones periódicas del consejo escolar, donde se ven las caras padres y docentes ninja, lleguen a algún acuerdo provisional sobre temas tan espinosos. Lo que ocurre es que pasado el efecto del mismo, que lo mas que puede durar es el resto del curso, vuelven de nuevo a las andadas culpabilizadoras que les produce sentir la angustia de ver a los menores de edad a su cargo fuera de todo tipo de control. La potencia creativa de las actividades extra escolares, antes de que pueda desplegarse con toda su fuerza, se convierte en un crisol de violencia que atenta igual contra lo grande y lo pequeño, o contra lo importante y lo accesorio, del ámbito escolar y familiar. El problema radica, según indican estudios recientes de psicología y antropología  educativa, en que ni las familias ni los profesores ninja son capaces de hacerse cargo de las energías que su nueva concepción de la libertad, valga la redundancia, ha liberado. La cosa viene de lejos, pero ha sido en los últimos años del siglo XX y primeros del siglo XXI cuando, debido a la aceleración que la economía financiera y la digitalización de la experiencia han imprimido a aquellos trucos cotidianos vinculados a ocultar la falta de honradez y la traición con se vive en familia y en la escuela, todo se ha precipitado de una forma inopinada e incontrolable. El mal, por decirlo al fin de una manera nada edulcorada, se ha colado entre los intersticios del calendario de nuestras vidas. Así, por ejemplo, los celos que campean a sus anchas entre profesores y padres ninja, no son debidos a una enfermedad, sino a una muestra de la pasión familiar y profesional. Mientras los hijos y alumnos siguen aplicadamente su jornada desquiciante, actividades extra escolares mediante, esperando confiada e ingenuamente que su temprano despertar creativo tenga su recompensa en el futuro inmediato que les espera, un porvenir en el que, como es fácil deducir, sus progenitores y profesores no han creído nunca. Y es que la larga fiesta del postfranquismo, a la que vengo aludiendo en los últimos escritos, ha cegado tercamente la mirada de los agentes ninja de la educación en cualquier otra dirección que no sea la del presente o actualidad bellotera, cuya única misión es convencer a sus seguidores que lo que se les ofrece es, se mire como se mire, inevitable. Es como si pregonaran alineados con la mentalidad ninja, no es que nos hayan engañando, o que nos lo hayan ocultando malintencionadamente desde hace años, es que el futuro se nos perdió a todos sin previo aviso. Como con las hipotecas subprime, calculamos mal. Eso es todo.