EL INTÉRPRETE DEL DOLOR
La experiencia del dolor es una forma del aprendizaje, aunque en la etapa actual de nuestra cultura, en la que el ser humano ha tomado conciencia de sí mismo como totalidad - o dicho de otra manera, que cree que solo depende de si mismo - no admite como antes integrarse en Algo Más Grande que él (cosmos) que lo transciende. Es decir, no admite que nada ni nadie lo pare, como muy bien le recuerdan cada día los anuncios publicitarios, verdaderos arquitectos de la forma de construir y entender hoy la cultura. Del dolor ese imaginario cultural vigente acepta su existencia, al igual que la del tiempo. Pero así como respecto a éste no tolera su finitud o acabamiento, de ahí su insistencia en vender juventud eterna, respecto al dolor no acepta que no sea un mal irrestañable de la naturaleza humana, que, a su vez, se presenta como un organismo inacabado, que no hay cremas ni liftings que lo remedie. Todo lo cual en si es la experiencia del dolor más radical.
El encuentro casual que protagonizan el señor Kapasi y la señora Das, deja ver, mediante las acertadas mañas de la voz narradora, las maneras de relacionarse cada uno con el dolor que los aqueja. También, y sea tal vez lo más importante del cuento, el lugar que, debido a esa relación, cada uno ocupa respecto a eso que no son ellos y que llamamos mundo. Los dos tienen en común su falta de competencia, o pericia, para enfrentarse a lo que tanto los aflige. Son, digamos, dolientes pasivos, cuyo dolor es el resultado de las circunstancias o de los reveses de la fortuna. Los dos son conscientes de ello y a los dos les falta valor para salir de las situación que les causa ese dolor. Hasta aquí lo común y previsible que hay en sus conductas. Pero así como el señor Kapasi admite que forma parte de algo más grande que él, y su dolor no puede contemplarlo fuera de esos límites, la señora Das no cree que haya más allá de ella misma, por lo que lo único que quiere es que el dolor que padece desaparezca. Si ella no puede o no sabe, que lo haga un experto, como manda el precepto y protocolo de la cultura a la que pertenece. El señor Kapasi, talmente. Siendo esta actitud de la señora Das, la de confundir al intérprete del dolor con un curandero o psicólogo, la que hace que su dolor, al fin y al cabo, no sea de grado diferente al del señor Kapasi, sino de naturaleza distinta. Justamente de la misma a la que pertenece la cultura de donde procede, la que le ha hecho creer que no tiene nadie ni nada que la pare. La que, sin embargo, ha acabado por esclavizarla, haciéndole perder su humanidad frente a los dilemas permanentes de lo humano demasiado humano. Algo que no le ocurre al señor Kapasi, al menos en su capacidad imaginativa - último baluarte de la libertad humana -, si nos fijamos en como calcula, lo que es un fiel reflejo de su visión del mundo y del lugar que ahí ocupa, el tiempo en que tardará en recibir la carta de la señora Das.
-¿Cuando regresan a Estados Unidos? - le preguntó tratando de aparentar tranquilidad.
-Dentro de diez días.
Hizo los cálculos: una semana para readaptarse, una semana para revelar las fotografías, unos cuantos días para redactar la carta, dos semanas para que llegue a la India por vía aérea. Según ese programa, y contando con se produjera algún retraso, tardaría aproximadamente seis semanas en recibir noticias de la señora Das.